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Tribuna

Regreso al futuro

La pregunta del millón para el conjunto de partidos políticos que se presentan a las elecciones generales del próximo 20 de noviembre es acertar en la definición de los motores del crecimiento futuro de España. Pero en economía, como en la vida, es difícil inventar nada radicalmente nuevo. Así que habrá que echar mano del modelo anterior, ver qué es lo que seguro no va a regresar y, por defecto, enfatizar lo que aún nos queda.

Comencemos por el pasado. Una condición necesaria y tres suficientes permiten resumir las razones últimas del fuerte empuje del PIB, empleo y renta entre los años 1997 y 2008. La necesaria fue la entrada en el euro, que hizo creer a propios y extraños que la restricción exterior de Espa-ña, que había li-mitado siempre nuestro creci-miento una vez el déficit exterior alcanzaba el 3% del PIB, había desaparecido. Craso error.

Desaparecida, temporalmente, esa exterior, las condiciones suficientes para el boom comienzan por la inusual expansión del crédito (20% anual acumulativo para el sector privado), apoyada en una histórica caída de los costes financieros. Una cifra lo resume: el crédito interno en España representaba, en 1999, cerca del 10% del total del área de la zona euro. En el año 2007, esta cifra se situaba entre el 18% y el 19%.

Boom residencial

Esta chispa fue la que incendió la pradera del crecimiento económico. A partir de ahí, aparecieron dos condiciones adicionales, que añadieron más combustible: el choque inmigratorio (de hogares de baby boomers e inmigrantes) y el boom del sector residencial. El resto, el fuerte crecimiento de la inversión productiva, de la obra pública y de la construcción no residencial, así como del gasto en consumo privado y público, vino por añadidura. Y con esta expansión de la demanda interna, el fuerte déficit exterior.

¿Qué nos espera en los próximos años? Las fuentes de la demanda interna se han secado. El crédito no volverá a crecer a ritmos del 20% ni por asomo, en especial cuando hogares y empresas necesitan comenzar, en serio, su desapalancamiento. A la construcción residencial no se la espera, dada la acumulación de stocks, hasta dentro de tres o cuatro años.

Demografía

El consumo privado, lastrado por la falta o la escasez de crédito, la caída del empleo y un choque demográfico negativo, difícilmente va a crecer más allá del 2% interanual. Retengan lo que sucede con la evolución demográfica: de las cerca de 400.000 nuevas familias/año de los años 2000 hemos entrado en una década que, de cumplirse las previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), difícilmente permitirán superar las 150.000.

¿Qué nos queda? El sector exterior, por descontado. Y ahí las noticias de los dos últimos años son más que esperanzadoras, porque apuntan que el cambio productivo necesario ya se ha producido.

La contención de costes laborales y de todo tipo, los aumentos de productividad y/o las caídas de precios han permitido a nuestra industria presentar crecimientos del volumen de las exportaciones cercanos al 18% en el año 2010 y del 15% hasta agosto pasado, de forma que las ventas internacionales ya han superado el máximo previo a la crisis económica.

Por su parte, las de servicios turísticos se han disparado y las ventas de servicios no turísticos también avanzan a buen ritmo. Este es el cambio de modelo que el país necesita: de la demanda pública a la privada y de la demanda interna a la exterior.

Que ello quiere decir: bajo aumento de la creación de empleo, por descontado. Pero es lo que nos espera. Un futuro basado en el sector exterior, como no habíamos tenido nunca.

Josep Oliver. Catedrático de Economía Aplicada (UAB)

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