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Columna
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Pseudodevaluar para ayudar al euro

La devaluación es una fruta tentadora pero prohibida para algunos miembros de la eurozona. Grecia y los de su clase tendrían que sufrir la humillación de dejar la moneda única para depreciar sus monedas. Pero el FMI ofrece un consejo para simular el efecto: impuestos que beneficien las exportaciones y supongan una traba a las importaciones. Portugal ya está probando la idea. Tiene sus inconvenientes, pero las opciones son escasas.

El FMI se está volviendo inusualmente original con sus sugerencias. Esta última idea, conocida como devaluación fiscal, pretende disminuir los costes laborales de las empresas nacionales de un país -con recortes sobre los impuestos que pagan los empleadores- haciéndolas así más competitivas en los mercados exportadores. La pérdida de ingresos fiscales se compensaría mediante un aumento del IVA, que recaería sobre los importadores, en parte porque las empresas extranjeras no se benefician de la disminución de impuestos en las nóminas. Esto supondría una especie de devaluación, sin la vergüenza de tener que salirse del euro y volver a la dracma o al escudo.

Portugal comenzó a experimentar algo parecido en primavera. Aún es demasiado pronto para juzgar si funciona bien allí. Pero Portugal y otros países como Grecia o España pueden descubrir que una pseudodevaluación no se ajusta con la realidad. Inclinar la mesa fiscal alrededor del 1% del PIB puede solo incrementar las exportaciones un 0,5% en el primer año, según un estudio citado por el FMI.

Hay otros dos efectos secundarios potencialmente dañinos. El incremento del IVA penaliza a los más pobres. Incrementar los precios en algunos productos podría suponer un daño adicional en la confianza del consumidor. Y el IVA ya está en alrededor del 20% en la mayoría de las economías del euro en dificultades.

Con todo, la devaluación fiscal podría ser una manera de complementar, con un poco menos de dolor, los chirriantes recortes sobre los salarios relativos a los que se enfrentan estos países ahora. Con los déficits actuales todavía cerca del 8% del PIB este año, Grecia y Portugal necesitan toda la ayuda posible. La devaluación fiscal no puede restaurar la pérdida de la competitividad de la periferia como si fuera magia. Pero podría acelerar, y suavizar un poco, un ajuste agonizante.

Por Christopher Swann

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