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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El BCE pone en su sitio a las agencias crediticias

El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, confirmó ayer las previsiones de los mercados al elevar un cuarto de punto los tipos de interés de la zona euro. Junto a la decisión del consejo de gobierno del BCE sobre el precio del dinero, tan esperada como descontada, el foco de interés de la jornada estuvo centrado -como ya es habitual- en la comparecencia pública de Trichet, tras la decisión de la agencia crediticia Moody's de rebajar el pasado martes al nivel de bono basura la deuda portuguesa. El presidente del BCE anunció la decisión de eliminar las restricciones de rating mínimo sobre la deuda lusa y aceptar los títulos portugueses como colateral en próximas emisiones, lo que supone un espaldarazo a la banca portuguesa en su búsqueda de liquidez, tras la rebaja de calificación que también Moody's hizo sobre las entidades lusas. Trichet justificó la medida en que Lisboa progresa adecuadamente en sus tareas de ajuste fiscal al haber presentado un plan de austeridad valorado "muy positivamente" por el BCE.

No es la primera vez que la autoridad monetaria adopta una decisión similar -a finales de marzo hizo lo mismo respecto a la deuda soberana de Irlanda y el año pasado con la de Grecia- pero el hecho de anunciarse tras el suspenso de Moody's dota al gesto de una indudable significación. Una significación que el propio presidente del BCE ha reconocido de forma explícita al explicar que la decisión "es una respuesta y una respuesta inmediata" a la rebaja de rating. En ese sentido, el anuncio del BCE supone una desautorización del criterio de las agencias de calificación, cuya actuación ha sido cuestionada más de una vez -y en ocasiones muy justamente- desde Bruselas. La decisión de ayer implica un respaldo al sistema financiero portugués y un muy necesario balón de oxígeno para el país, pero supone también dejar claro que el paso del BCE lo marca el propio organismo y no el criterio de las agencias. Pese a no reproducir las durísimas críticas que han llovido esta semana sobre estas entidades, Trichet reconoció algo que ya es un secreto a voces: el exceso de influencia que han cobrado las tres agencias crediticias dominantes, fruto de un exceso de concentración en el sector, y el riesgo que ello lleva consigo. También dio un paso más al sugerir la conveniencia de buscar soluciones a nivel mundial, un debate que está por abrir.

El avance de los tipos anunciada por el BCE ha dejado en el aire, como viene siendo habitual en los discursos del banquero francés, el interrogante sobre cuál será el guion en esta materia que seguirá la autoridad monetaria en los próximos meses. Pese a no despejar las dudas, el presidente del BCE ha puntualizado que cualquier nueva subida del precio del dinero está condicionada por el crecimiento que registre la zona euro en el segundo semestre del año. La política de la autoridad monetaria europea -consistente en mantener los tipos inferiores al 2% y, por lo tanto, bajos- estará supeditada muy estrechamente a las tensiones inflacionistas en el precio de la energía y las materias primas, pero también a la tendencia de los Estados miembros a elevar impuestos indirectos como el IVA. Todo apunta a que no es descartable en absoluto que antes de final de año vuelvan a subir los tipos en la eurozona.

La subida de ayer supone una mala noticia para los países fuertemente endeudados -es el caso de España- que verán encarecerse todavía más su financiación en los mercados. Una mala noticia que no se limita al Tesoro Público, sino también a las familias -cuyas hipotecas serán más gravosas-, las empresas y todas aquellas entidades financieras que necesitan captar recursos en el mercado intercambiario. Ello perjudica las posibilidades de crecimiento de la economía española, al castigar tanto la inversión como el consumo privado. Si bien es cierto que la decisión de elevar o rebajar el precio del dinero ya no está en manos de la soberanía de los Gobiernos, también lo es que estos tienen otras herramientas para tratar de reactivar sus ritmos de crecimiento. Como recordó y reclamó ayer el presidente del BCE, las economías más débiles de la zona euro deben realizar más y más profundas reformas estructurales para salir de la crisis. Una asignatura en la que España todavía tiene un importante y urgente trabajo por hacer.

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