Grecia, obligada a cumplir con la moneda única
La zona euro evitó en mayo del año pasado la quiebra de Grecia con un plan de préstamos de 110.000 millones de euros. Poco después socorrió a Irlanda (85.000 millones) y Portugal (78.000 millones) y acordó crear un fondo de rescate permanente al que ayer se dio el visto bueno definitivo en Luxemburgo, en la reunión de los ministros de Economía de la zona euro. En esta cita, el Eurogrupo aceptó por escrito que el programa de asistencia financiera a Atenas deberá ampliarse para incorporar nuevos fondos, tanto públicos como privados. De modo que, a pesar de los retrasos, tropiezos y errores achacables a Bruselas, a Berlín o a otras capitales, no se puede decir que la Unión Monetaria no haya actuado para recuperar la estabilidad financiera. Todo lo contrario que Atenas.
El Gobierno socialista de Yorgos Papandreu y la oposición conservadora de Antonis Samaris están demostrando un grado de irresponsabilidad que amenaza con desencadenar una crisis financiera de proporciones no solo europeas sino mundiales, como ayer advirtió en Luxemburgo el director gerente en funciones del FMI, John Lipsky. Al fraude estadístico cometido por los conservadores durante su etapa de Gobierno hasta 2009 se une ahora su negativa a apoyar desde la oposición un plan de ajuste imprescindible para poder recibir los préstamos que eviten la bancarrota del país. Los socialistas de Papandreu tampoco están exentos de culpa tras haber relajado, a principios de este año, el proceso de consolidación fiscal, alentados por unos bancos de inversión que convencieron a Atenas de las bondades de una reestructuración de la deuda que es más que temeraria.
Los disparates de Gobierno y oposición han vuelto a colocar a la moneda única al borde del abismo. Y los socios de Grecia, que ya han arriesgado 38.400 millones de euros en préstamos bilaterales al país, han decidido paralizar la entrega de fondos hasta que el Parlamento heleno apruebe el ajuste y las privatizaciones exigidas. Los ajustes (reducción de número de funcionarios, aumento de impuestos, fuertes recortes de gastos...) son dolorosos, especialmente para la población más vulnerable. Quizá alguna de las medidas merezca reconsideración, y hoy mismo los técnicos de la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) llegan a Atenas para analizar los cambios y, sobre todo, los compromisos.
Pero al margen de cómo quede la letra pequeña, Grecia tiene una deuda con sus socios que va mucho más allá de los multimillonarios préstamos que está recibiendo. Papandreu, Samaris y el conjunto de la clase política helena deben garantizar que la ambición de poder, en unos, y el filibusterismo de otros no sigue poniendo en peligro la viabilidad de una moneda compartida con más 300 millones de personas. Es lo mínimo exigible, después de 10 años de engaños a sus socios e incompetencia económica.