El G-8 habla en Oriente Próximo
El G-8 podría ayudar a transformar las economías de Oriente Próximo. El Banco Mundial ha comprometido 6.000 millones de ayuda a Egipto y a Túnez, pero esta semana la cumbre de los líderes de las naciones industrializadas podría ir todavía más lejos y establecer un modelo para prevenir que la primavera árabe se convierta en invierno. Para recuperar la confianza de los inversores sería necesario un paquete importante respaldado por instituciones multilaterales.
Los esfuerzos financieros para apoyar la región han ido poco a poco hasta ahora. Además del compromiso del Banco Mundial, está los 2.000 millones extra de EE UU, otros 4.000 millones de Arabia Saudí, y algunos fondos de pequeñas empresas aquí y allá. Esto es una combinación de préstamos a ambos gobiernos y el sector privado en diferentes periodos de tiempo. También hay conversaciones en curso con el FMI.
Es difícil evaluar las necesidades de toda una región cuando hay está en movimiento. Pero las cifras apuntan a que unos 15.000 millones para Egipto y Túnez ayudarían a atraer la inversión extranjera directa, incluso si ésta es solo un complemento de diversos compromisos.
El Banco Mundial ha fijado el tono correcto vinculando su apoyo al ritmo de la reforma política, y centrándose en la reactivación del sector privado. Pero en otras partes, las medidas son menos impresionantes. Aliviar la deuda, como ofreció EE UU, no es una gran inyección de ánimo para un Gobierno como el de Egipto, que tiene una deuda externa baja y necesita diversificar su base de acreedores. Otro desafío sería garantizar que el fervor democrático no acaba revirtiendo las reformas económicas que se consiguieron bajo los regímenes autocráticos.
De manera crucial, la piedra angular para cualquier paquete de apoyo precisa centrarse en la financiación de proyectos de infraestructuras que sean intensivos en mano de obra lo que ayudaría a reducir el desempleo. La región necesita crear 70 millones de empleos durante esta década. Si se implementa de manera adecuada, los trabajos con financiación pública tendrían un positivo efecto multiplicador y podrían atraer rápidamente inversión privada. Al asumir un papel de liderazgo, el G-8 podría mostrar que sus decisiones pueden tener impacto.
Una Galani