Caixa Ontinyent y Pollença, las últimas de Filipinas
Las dos cajas más pequeñas conservan su forma jurídica y eluden fusiones
El pulso entre bancos y cajas ha terminado. Las entidades de ahorro han claudicado y han optado por trasladar su negocio financiero a sociedades anónimas. Se ha impuesto esa forma jurídica para hacer banca. La última en ceder fue Ibercaja, que ha abrazado esta fórmula para participar en la segunda ronda de fusiones. Pero como aquellos 50 hombres que en 1898 mantuvieran firme su posición en la lejana población filipina de Baler a pesar de haberse perdido ya las colonias ante EE UU, un par de entidades siguen aferradas al modelo tradicional de caja. Son Caixa Ontinyent y Colonya Caixa Pollença.
Estas dos firmas son casi desconocidas fuera de sus territorios domésticos: la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares. Sus compañeras regionales no han sido ajenas a los procesos de integración y han participado con mayor o menor fortuna en fusiones. Bancaja es un actor de referencia en Bankia y Sa Nostra participa en Banco Mare Nostrum (BMN). Y Caja Mediterráneo (CAM) se ha convertido en candidata a ser comprada por las firmas interesadas en aprovechar la segunda ronda de fusiones después de que naufragara la creación de Banco Base con Cajastur y se viera abocada a pedir 2.800 millones de euros al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
Dos entidades ajenas al baile
Su mora es baja porque no tuvieron tamaño para financiar a promotores
Ante todo este ajetreo, Ontinyent y Pollença optan por permanecer como meras observadoras. "Nuestra intención es mantenernos independientes y las cifras lo permiten hasta ahora", indica a CincoDías Gabriel Bauzá, director general de Pollença. El directivo reconoce que ninguna caja se ha acercado a ellos en todo este tiempo "porque no aportamos mucho tamaño". Y la entidad balear tampoco ha llamado a la puerta de nadie porque "una fusión habría difuminado nuestra posición. No habríamos logrado un peso relativo en un nuevo grupo".
En este sentido, su postura se asemeja a la que mantiene Rafael Soriano, presidente de la entidad valenciana. Este directivo señalaba en una conferencia a finales de 2010 que los procesos de integración "afectan a entidades que pueden necesitar recursos (...) o a aquellas capaces de liderarlos. Y en ninguno de estos casos está Caixa Ontinyent".
Así, ambas cajas se han beneficiado de su pequeña dimensión para eludir la reestructuración sectorial. Su ínfima o nula dependencia de los mercados mayoristas ha hecho que les baste con alcanzar una ratio de capital principal del 8% para cumplir con las exigencias de solvencia impuestas el pasado febrero. Además, en ambas los recursos de clientes superan la cartera crediticia.
A pesar de encontrarse en regiones costeras donde el ladrillo ha sufrido un duro quebranto, las tasas de morosidad de Ontinyent (4,23%) y Pollença (2,82%) se encuentran por debajo de la media de las cajas al cierre del pasado ejercicio (5,82%). Su reducido tamaño les impidió volcarse en los promotores inmobiliarios.
En este sentido, su modelo de negocio se asemeja tal vez más al de las cooperativas de crédito que al de los bancos y cajas de mayor peso. "Nos parecemos bastante a las rurales por volumen y actividad. Nuestros clientes son particulares, autónomos y microempresas; y nuestros productos son depósitos, créditos o tarjetas", explica Bauzá.
Ambas entidades mantienen una estrecha relación con las participadas de las cajas. Las dos trabajan con Euro 6000 en medios de pago, operan en el ámbito asegurador con Caser y tienen en CECA su principal proveedor de servicios. "CECA es imprescindible para nosotros. A través de ella realizamos las operaciones de compensación y descuento, la compraventa de moneda extranjera, gestionamos la tesorería y colocamos nuestro excedente de liquidez en el interbancario", explica el director general de Pollença. Bauzá se muestra confiado en que la CECA continuará prestando estos servicios a pesar de la aparición de grandes entidades. "Tiene precios competitivos y a los nuevos grupos no les compensa replicar estructuras", concluye el responsable de la caja más pequeña del país.
La obra social pone el acento en la sanidad
La obra social es la seña de identidad de las cajas por antonomasia. Sus logos aparecen en paredes de bibliotecas, centros de mayores, museos y polideportivos. Este instrumento les hace ser un referente allá donde operan. Aunque más modestas que sus hermanas, Ontinyent y Pollença también ponen su grano de arena en este campo.La entidad valenciana destinó 1,3 millones de euros en 2010 a su obra social. Según su informe de gestión, un 59,25% de este dinero fue destinado a labores de asistencia sanitaria, y otro tercio fue dedicado a cultura y tiempo libre.Gabriel Bauzá, director general de Pollença, explica cómo la obra social ha vivido un giro en los últimos años. Si a principios de la pasada década las actuaciones culturales eran las receptoras de la mayor parte de los fondos, actualmente son las tareas asistenciales las que han cobrado preeminencia. En un punto intermedio se mantienen los programas deportivos. La caja balear gestiona su obra social a través de la Fundación Guillem Cifre.Al margen de estos programas, Pollença pertenece a la Federación Europea de Bancos æpermil;ticos y Alternativos (Febea). Los depósitos que suscriben sus clientes destinan una parte de los intereses que rentan a conceder créditos blandos o a fondo perdido a emprendedores que optan por modelos empresariales basados en la economía social.