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El ensamblaje en China distorsiona la balanza bilateral

De cómo EE UU termina importando sus iPhones

Uno de los objetivos de la presidencia francesa del G-20 es poner coto a los llamados desequilibrios globales, factor coadyuvante de la crisis financiera y, según instituciones como el FMI, riesgo considerable para que se reproduzca en el futuro.

La existencia de países con enormes superávits comerciales, como China y Alemania, frente a otros con agujeros igualmente considerables, a la manera de Estados Unidos, amenaza la estabilidad futura, y por eso el G-20 pretende lograr compromisos sobre la libre flotación de monedas.

En teoría, si Pekín dejase que los mercados ajustasen el precio del yuan, sus exportaciones reducirían su valor en la misma medida que se incrementaría el de sus importaciones, limitando así el pernicioso desequilibrio. Pero la condición de fábrica del mundo que ostenta China distorsiona las cuentas. El economista Yuqing Xing lo ilustra en un reciente estudio publicado en Voxeu.org con el ejemplo del que quizá es el producto de consumo estrella del tercer milenio: el iPhone.

El teléfono que revolucionó la industria con su archifamoso reproductor musical y sus cientos de miles de aplicaciones fue creado por Apple, empresa radicada en Cupertino, California (Estados Unidos). Paradójicamente, la deseada maquinita consta en las cuentas comerciales a nivel macro como una exportación de China hacia cada país que la vende, incluyendo los propios EE UU. Y eso que, según las cuentas de Xing, de los 179 dólares que cuesta fabricar un iPhone, el ensamblaje chino apenas representaba 6,5: el del total. El resto lo aportan empresas japonesas, surcoreanas, alemanas e incluso tres estadounidenses.

El ejemplo del teléfono inteligente, perfectamente extrapolable a muchos otros productos "exportados" por China, no es, ni mucho menos, anecdótico: en 2009 el iPhone explicó por sí mismo 2.000 millones de dólares del superávit comercial chino respecto a Estados Unidos (un 0,8% del total). Si se tuviese en cuenta el valor añadido aportado realmente por aquel país, solo incrementaría su superávit frente a EE UU en 73 millones de dólares. El grueso de la importación estadounidense provendría de Japón, con 670 millones (Toshiba fabrica la memoria Flash, el módulo y la pantalla táctil, que aportan la cuarta parte del coste del iPhone), seguido de Alemania (326 millones), y Corea del Sur (259).

Estas cuentas sugieren que, si bien China es y seguirá siendo la mayor potencia exportadora del planeta, las cuentas no son tan sencillas como parecen. En esas condiciones, la tan deseada revalorización del yuan podría no ser la panacea para la corrección de desequilibrios, e incluso es posible que estos sean algo menos graves de lo que refleja la estadística seca.

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