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Antonio Tajani. Vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Industria

"Debemos competir con calidad y blindar nuestra tecnología"

Economía real y competitividad salpican el discurso del miembro italiano de la Comisión Europea, un firme convencido de la supervivencia de las empresas europeas si pelean en igualdad de condiciones

Antonio Tajani (Roma, 1953) ocupa desde febrero de 2010 la cartera de Industria en la CE tras dos años como comisario europeo de Transportes y tres legislaturas como europarlamentario. Miembro de Forza Italia y portavoz del primer Gobierno de Silvio Berlusconi, se niega a asumir el lenguaje técnico tan habitual en Bruselas y prefiere pronunciamientos políticos aunque causen revuelo entre sus colegas.

La crisis financiera ha marcado su primer año de mandato al frente de Industria. ¿Cuáles han sido sus prioridades?

Mis objetivos han estado relacionados con la economía real y la competitividad. A partir de ahora cada iniciativa legislativa que acometamos se someterá a un test de competitividad para analizar su impacto en la vida diaria de las empresas. Y una vez al año llevaremos a cabo una revisión de la competitividad sector por sector y país por país.

"No se debe aumentar el objetivo de reducción de emisiones del 20% si no hay acuerdo a nivel global"

Las pequeñas y medianas empresas se quejan de la falta de financiación, y las patronales en general, de los estrictos controles que impone Europa, por ejemplo, en materia medioambiental. ¿Cuál es su postura en esos debates?

Sobre medio ambiente, creo que no debemos ampliar unilateralmente el objetivo de reducción de emisiones de CO2 del 20%. Si se quiere ir más lejos, hace falta un acuerdo internacional. Y en cuanto a la financiación de las pymes, vamos a facilitar el acceso transfronterizo al capital riesgo o semilla. Y vamos a simplificar los trámites para solicitar ayudas del VII Programa Marco de Investigación y Desarrollo.

Aun así, existe la impresión de que Bruselas solo legisla para las multinacionales y que ese tipo de empresas es el principal beneficiario del mercado único.

En absoluto. Nuestra prioridad son las pymes. Los procesos de estandarización que tenemos en marcha, por ejemplo, pretenden favorecerlas. Acabo de nombrar, además, al español Daniel Calleja como embajador especializado en ese tipo de empresas, en lo que pretende ser una señal fuerte de apoyo. Y estaremos muy atentos para que la ampliación de Basilea III el nuevo acuerdo sobre requisitos de capital de la banca sea favorable para las necesidades de financiación de las pymes.

Con independencia del tamaño, las empresas europeas parecen encontrarse en una encrucijada, con una competencia exterior cada vez mayor. ¿Cómo pueden sobrevivir?

Con calidad. Solo podemos triunfar si hay calidad, por eso es tan importante la innovación. Sin calidad no se puede competir en un mundo en el que los costes energéticos, por ejemplo, son un 197% menores en China que en la Unión Europea.

Pero la calidad también mejora en otras zonas del planeta. Y la competencia de países como China ya no se limita a sectores con uso intensivo de mano de obra.

Cierto. Por eso creo que es muy importante defender el sistema empresarial europeo, blindar el know-how, el saber hacer de las empresas europeas en sectores críticos o con alto nivel tecnológico.

¿A qué tipo de protección se refiere?

Por un lado, debemos garantizar que las inversiones procedentes de países extracomunitarios son estables y con vocación duradera y que no buscan solo acceder a ciertos conocimientos tecnológicos. Y por otro, no podemos seguir prohibiendo que nuestras empresas reciban ayudas del Estado y, al mismo tiempo, tolerar que las compañías de países terceros compitan en nuestro propio mercado con el apoyo de sus respectivos Gobiernos. Y esto no es proteccionismo, del que estoy totalmente en contra. El dinero de chinos, brasileños o rusos es bienvenido en Europa. Pero se trata de competir en igualdad de condiciones. Y lograrlo requiere voluntad y decisión política.

¿Qué sectores considera que merecen una protección especial?

El militar, por ejemplo, porque contamos con una industria de defensa muy fuerte. El aeroespacial, donde estamos desarrollando Galileo sistema de navegación por satélite. O las infraestructuras estratégicas.

¿Sería partidario, entonces, de diseñar una política industrial europea?

No se puede imponer una política industrial desde Bruselas, porque no se puede hacer la misma política en Alemania que en España, por ejemplo. Hay que buscar un valor añadido europeo en forma de coordinación para que en un país se haga A y en otro B, pero la estrategia sea común. De todos modos, sin una política energética común no se puede hacer una política industrial. Y ahora estamos viendo, con el nuevo debate sobre la seguridad nuclear, que las decisiones y las reglas pueden ser nacionales, pero que el marco debe ser europeo porque un potencial peligro radiactivo, por ejemplo, no reconoce ninguna frontera.

Otra de las carencias que se menciona a menudo en relación con Europa es la falta de espíritu empresarial.

Un estudio reciente nos ha indicado que el 45% de los jóvenes europeos aspira a ser su propio jefe, es decir, a ser empresario. En Estados Unidos esa cifra es el 55%. Y en China, ¡el 70%! Esto indica que también necesitamos un esfuerzo en lo que yo llamaría innovación cultural. Debemos fomentar desde la escuela el espíritu emprendedor.

También se menciona como posible síntoma de la esclerosis empresarial europea el hecho de que el ranking de grandes compañías apenas se haya modificado en los últimos 50 años, mientras que en Estados Unidos han aparecido nuevos gigantes. ¿Cómo interpreta ese fenómeno? ¿Cree que delata amiguismo y falta de competencia entre las empresas europeas?

No creo que sea negativo que el ranking no cambie. Si el nombre de una empresa perdura, quiere decir que es buena. Europa no es Estados Unidos y no me parece buena ida matar empresas. En Europa hay empresarios muy inteligentes y hay suficiente vitalidad empresarial. Fiat, por ejemplo, hace un gran esfuerzo de internacionalización. Debemos alentar esa vitalidad con buenas normas, reduciendo la burocracia, facilitando la financiación y suprimiendo las ayudas de Estado.

"Solo inglés, un error"

De pasaporte italiano y con un gabinete "en el que todos hablamos español" (aunque solo el número dos es de esa nacionalidad), Antonio Tajani mantiene una posición muy personal en el debate lingüístico sobre la futura patente europea. "Preferiría que fuera en cinco lenguas: inglés, alemán, francés, italiano y español", señala el comisario. Pero si no queda más remedio, se decanta por la propuesta trilingüe (inglés, francés y alemán) impulsada por la Comisión Europea antes que por el english only (solo inglés) defendido por Madrid y Roma. "Sería un error porque nuestra tradición legal se basa en el Derecho civil y la británica en el Derecho común, por eso hay términos nuestros que no existen en inglés. Para una empresa italiana o española es más fácil defenderse en francés".

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