Las siete leyes inmutables de la inversión
James Montier es uno de los estrategas de inversión más provocadores del panorama bursátil. Ex de Dresdner y de SG, ataca con ensañamiento el establishment financiero, desde las teorías de valoración de activos a los informes de beneficios, pasando por su devastadora crítica de los fondos. Su obsesión es mostrar que las decisiones de inversión -como casi todas las decisiones humanas- no son racionales, y asumir que lo son equivale, pura y llanamente, a seguir a la manada. Por algo es el principal representante del behavioural investing, es decir, de un análisis del mundo de la inversión que parte de un análisis de las emociones y el comportamiento humano.
Hace unas semanas colgó en la página web de la gestora donde trabaja -GMO, lamentablemente no disponible al público- sus "siete leyes inmutables de la inversión", que, quizá por aquello de se inmutables, son sencillas de entender y no van mucho más allá de lo que nos diría el sentido común. En todo caso, vienen de alguien que, fiel a su norma número 4, en noviembre de 2008 dijo que nunca había sido tan alcista con la Bolsa.
1.- Insistir en un margen de seguridad. El objetivo de invertir no es comprar a un precio justo, sino hacerlo con un margen de seguridad, que permita dejar un colchón de seguridad respecto a posibles errores en la estimación del precio justo. Por cierto, según Montier, y debido al alza de la Bolsa combinada con la política de la Fed, no hay activos a precio atractivo hoy por hoy.
2.- Esta vez tampoco es diferente. John Templeton definió esta frase como "las cuatro palabras más peligrosas en la inversión". Cada vez que se anuncia una nueva era, aconseja hacer lo mismo que Ulises cuando escucha el canto de las sirenas.
3.- Ser paciente. Es la clave de la inversión en busca de valor. Las infravaloraciones pueden persistir durante periodos de tiempo demasiado largos. Aunque Montier advierte, la oferta de paciencia es escasa.
4.- Llevar la contraria. Como explica, buscar el valor en los activos financieros implica necesariamente llevar la contraria a los demás, pues supone comprar lo que otros venden. Al ser humano, comenta, tienden a ir en manada porque en medio de la manada se está seguro. Y nuestros cerebros están programados para ser animales sociales, por lo que llevar la contraria es menos fácil de lo que parece.
5.- El riesgo es la pérdida del capital; no es un número. La obsesión con cuantificar el riesgo (beta, VaR, desviación estándar) ha sustituido a una aproximación más intuitiva al riesgo. No es un número, sino un concepto, y es de locos, asegura, reducirlo a una cifra. Hay tres tipos de riesgo: el de valoración (pagar demasiado), el fundamental (problemas en el activo que compras) y el de financiación (demasiado endeudamiento).
6.- Cuidado con el apalancamiento. "Es una bestia peligrosa", asegura Montier. No hace mejor una mala inversión, pero a cambio sí puede convertir en mala una buena inversión. Apilar deuda sobre un activo a cambio de un pequeño porcentaje de rentabilidad no transforma esta inversión en una buena idea.
7.- Nunca inviertas en algo que no entiendes. Quizá la más sencilla, y la regla que menos se aplica. Si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea. La industria financiera, dice, se ha especializado en convertir lo sencillo en complejo y cobrar comisiones por ello. Si no se puede ver a través del proceso en qué se invierte realmente, mejor no hacerlo.
Montier considera que, a la hora de tomar invertir, "dejar de vivir en los árboles fue nuestro primer error". Nuestro cerebro, explica, ha evolucionado para sobrevivir en la sabana, no para tomar decisiones de inversión. Y eso produce sesgos en las decisiones que hacen que los mercados no se comporten como deberían según los impolutos modelos de laboratorio.