Nada es lo que parece en Tango
Antonio Méndez trabaja en un espacio informal dentro de un señorial palacete
Lo primero que sorprende cuando se llega a las oficinas de Tango es que una agencia de publicidad tan joven, apenas tiene un lustro de vida y está dirigida por Antonio Méndez, madrileño, de 34 años, ocupe un espacio dentro de un señorial edificio próximo a la madrileña Puerta de Alcalá. El portal impone, techos altos, maderas nobles y ningún cartel a la vista que anuncie al visitante la puerta a la que hay que llamar. "El edificio está protegido y hay que respetar las normas", advierte Méndez. Una vez se traspasa el umbral, lo que se cuece dentro ya es otro cantar. El espíritu y el estilo están lejos de los corsés decimonónicos. Sus habitantes tienen un estilo actual y desenfadado, propio de la forma de entender el trabajo de las agencias publicitarias de hoy día.
Para empezar, el propietario y máximo ejecutivo de la organización no tiene despacho ni nada que se le parezca. Ocupa un discreto rincón de un espacio que comparte con una parte de su equipo. Méndez asegura que no lo necesita porque su estilo de trabajo no esconde secretos, aunque como contraprestación en ocasiones echa de menos un poco de intimidad. Tampoco reniega mucho porque en su elección hay un componente sentimental: desde su mesa de trabajo, y gracias a unos amplios ventanales, divisa el despacho en el que trabaja su esposa. "Solo tengo que alzar la vista y veo donde está ella. Trabajar tan cerca nos facilita la vida familiar". A pesar de la proximidad, confiesa que concilia más bien poco. Lleva a los niños al colegio por la mañana y procura llegar a tiempo a casa antes de que se acuesten. Eso sí, los fines de semana y el ocio son sagrados para dedicarlos a la familia, con la que acostumbra a practicar deportes.
Pasión por el cine
"Lo más difícil es no tener de quién aprender. Es necesario rodearse de los mejores y saber escuchar"
Su vida laboral se enredó cuando decidió dar rienda suelta a su vocación de empresario, gusanillo heredado de su familia. Estudió Administración y Dirección de Empresas, aunque su verdadera vocación siempre ha sido el cine. Encontró reticencias familiares y optó por estudiar una carrera y trabajar como profesor de esquí. Sin quererlo encontró un puesto de becario en una agencia de publicidad, sector al que encuentra similitudes con el cine. "Es un sector atractivo y divertido porque generas sentimientos", señala.
Antonio Méndez inició su andadura profesional en la agencia Roypasa para después trabajar como director de cuentas en OC Comunicación, de donde proceden buena parte de los profesionales de Tango. El objetivo de la agencia es aportar un soplo de aire fresco, de ideas e innovación en todas las áreas de la comunicación publicitaria. No les da miedo competir, aunque el equipo lo componen apenas 24 personas, con las grandes multinacionales. "Nosotros competimos con ingenio, buen servicio, agilidad y mayor poder creativo".
A pesar de que los comienzos no han sido fáciles, han ido ganando clientes poco a poco. Entre las campañas más destacadas se encuentra la valla en 3D que colocaron en la madrileña plaza de Callao para Vodafone. Otra bastante sonada fue la de las afeitadoras Philips. "Aprovechamos que Iker Casillas, la imagen de la firma, se había afeitado la barba cuando ganó el Mundial de fútbol para lanzar el mensaje de que desde que se afeita con Philips y disputa un partido oficial de la selección española no pierde ningún partido".
Asegura que, además del ingenio y de la creatividad, otro ingrediente para llevar la compañía a buen puerto es el equipo, algo de lo que no puede prescindir un empresario. "Lo más difícil es no tener de quién aprender, tener a alguien que me diga qué hacer. Por ello es necesario saber rodearse de los mejores y saber escuchar". Su estilo de dirección es de consenso. "Evaluamos todas las opiniones, me gusta saber lo que piensa la gente; además, el equipo es joven y eso es una ventaja para conseguir nuestro objetivo: ser transgresores", apunta.
En 2010, Tango facturó cuatro millones de euros, y para este año esperan incrementar ligeramente esta cifra. "Los clientes cada vez son más resultadistas y quieren que les ayudes a ser diferentes, a que lo que hacen tenga impacto".
El cuadro que se convierte en silla
Su mesa de trabajo es pequeña. Al lado tiene una estantería de vivos colores, donde guarda revistas de los distintos sectores en los que aparecen anunciados sus clientes. También ocupan un espacio importante los productos con los que trabaja. Por ejemplo, sobre la mesa hay un bote de crema y también varias cajas con maquinillas de afeitar antiguas de Philips, como las que usaba Sean Connery cuando hacía de James Bond.Detrás de su silla tiene uno de los objetos más preciados: un palo que hace las veces de cartel, con el nombre de Tango, y que encargó que le hicieran en Tarifa. "Veraneo en Cádiz y este objeto es una forma de recordar que siempre es verano".La nota de color la pone un cuadro de Coca-Cola con la imagen de distintas botellas de la famosa bebida. Pero nada es lo que parece. El cuadro, con un ligero movimiento, se convierte en una cómoda silla. "Me hace pensar, sobre todo, que hay mil formas distintas de hacer las cosas".También guarda unas fotos de una campaña realizada para una firma de güisqui, que finalmente no salió. "Aprendí que nunca hay nada perfecto, que siempre hay que darle una vuelta para mejorar".