Zapatero redobla su apuesta reformadora
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, reiteró ayer delante de un nutrido grupo de empresarios españoles de primera fila -pero también de los máximos directivos en España de la banca de inversión internacional- que cumplirá con sus compromisos de ajuste fiscal y aprobará a tiempo todas las reformas anunciadas y algunas nuevas que desveló ayer. Y remarcó que aunque busca los acuerdos, no cederá a las presiones de los afectados por los cambios normativos. Un mensaje adecuado a un auditorio empresarial ansioso por tener la certeza de que se aprobarán en breve las reformas económicas prometidas y en los términos anunciados. No obstante, cabe recordar que los mayores beneficiados de estas modificaciones económicas serán los más de cuatro millones de trabajadores sin empleo cuya esperanza radica en un modelo productivo más flexible que acelere el crecimiento, garantizando con ello la generación de suficientes puestos de trabajo.
Pero el presidente también habló ayer para unos mercados que continúan percibiendo España como un riesgo financiero potencial. Dijo lo que necesitan oír y lo hizo en tono tajante al afirmar que se alcanzó en 2010 con holgura el objetivo de reducir el déficit al 9,3% y, mucho más importante, advirtió de que hará lo necesario para situarlo en el 6% este año. El aviso parece dirigido directamente a las comunidades autónomas y a los grandes ayuntamientos que deberían tomar buena nota. No en vano, las incertidumbres de los inversores internacionales, y las preocupaciones de muchos españoles, empiezan a focalizarse en estas Administraciones. Corresponde al presidente Zapatero demostrar dentro y fuera de las fronteras que todo el espectro público se atendrá escrupulosamente a los planes de austeridad.
Incluido su propio Gobierno, ya que los Presupuestos Generales del Estado para este año están basados en unos ingresos fiscales ligados a un crecimiento del 1,3% del PIB. Algo improbable, como han expresado numerosos organismos internacionales y analistas españoles que lo rebajan a una escala del 0,5% al 1%. De ser así, parece evidente la necesidad de un plan B con nuevos recortes del gasto -preferiblemente- o incrementos fiscales. Sea como fuere, el año 2011 debe cerrar por debajo de un déficit del 6% por el bien de la credibilidad internacional, pero también por la salud de las finanzas públicas. Con este fin, es afortunada la firmeza expresada ayer por Zapatero, especialmente en año electoral.
Pero el ajuste fiscal no fue el único guiño a unos mercados a los que no acaba de convencer la reforma financiera de las cajas, el otro gran baldón que pesa sobre la confianza en la marca España. Los nuevos SIP deben afrontar, probablemente este mes, la prueba de fuego de solicitar a esos mercados desconfiados los fondos para capitalizarse y cumplir con Basilea III. Zapatero recordó que sigue vigente el apoyo del Gobierno a estas entidades a través del FROB, pero les exigió transparencia extrema. Es preciso que se clarifique de una vez por todas la magnitud de la exposición española a posibles créditos fallidos ligados al sector inmobiliario, por malos que sean. Sanear después los balances es un reto indispensable para recuperar la credibilidad cercenada.
El tercer gran compromiso que adquirió ayer el presidente del Gobierno ante su audiencia empresarial fue el cumplimiento de los plazos de las reformas pendientes. Sin ellas no habrá empleo, por mucho que moleste a los sindicatos, y tampoco confianza internacional. Zapatero se centró en los aspectos laborales citando los flecos de la reforma laboral -agencias de colocación privada y ERE-; la simplificación de la negociación colectiva y la reestructuración de las políticas activas de empleo para enfocarlas hacia una formación adecuada a los nuevos nichos de empleo. El Gobierno tiene la posibilidad de enmendar así las deficiencias de una reforma malograda. Error que no debe cometer con las pensiones, cuya aprobación es urgente para la salud estratégica de las finanzas públicas, así como para devolver la confianza en el retiro de las generaciones que ahora cotizan. Solo falta que la convicción que Zapatero puso ayer en su discurso no se evapore con dilaciones del calendario ni en la letra de las normas. España no puede permitirse nuevas esperas.