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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alergia a los acuerdos en el sector aéreo

Cuando aún está sin cerrar la debacle del puente de la Constitución por la injustificable actitud de los controladores, el Ministerio de Fomento se enfrenta a un nuevo conflicto en el sector, en esta ocasión a cuenta del descanso de los pilotos. El sindicato Sepla ha amenazado con hacer huelga en Navidad si el Gobierno no clarifica sus condiciones de descanso y trabajo. Los tripulantes creen que la actual regulación, nacional y comunitaria, abre dudas sobre sus horarios, por lo que llevan meses solicitando puntualizaciones a Fomento. Las aerolíneas entienden, por contra, que la actual regulación es suficiente y garantiza en todo momento la seguridad aérea. El ministro José Blanco se comprometió con los pilotos a sacar adelante la circular en verano y, ante el retraso, se produce la amenaza de movilizaciones. Como respuesta, Fomento presentará el martes al Sepla su propuesta de circular con el consiguiente enfado de las patronales de aerolíneas.

El indeseable proceder de los controladores aéreos es un mal precedente, y se entiende que el Gobierno quiera evitar un nuevo caos en vacaciones. En definitiva, anticiparse es la mejor receta, tal y como recomendaron ayer los partidos de la oposición al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del Congreso dedicado a analizar la declaración del estado de alarma y posterior militarización de los controladores. Sin embargo, en ningún caso cabe aceptar que Fomento actúe bajo presión, ni de los pilotos ni de las aerolíneas. La seguridad de los aviones está por encima de los intereses económicos de trabajadores y empresas del sector, y ceder por temor a una huelga de pilotos no es lo más acertado.

Por otro lado, es imperdonable que pilotos y aerolíneas sean incapaces de ajustar una organización razonable del tiempo de trabajo. De hecho, la actual regulación de las condiciones laborales, de por sí rígida, solo contribuye a abusos insensatos. Los tripulantes no deberían trabajar a reglamento y las compañías no forzar horarios con el único fin de abaratar costes. En esta situación, el Ejecutivo tendrá que encontrar un equilibrio dado que las partes no han tenido la suficiente responsabilidad de llegar a consensos.

Unos y otros deberían recapacitar ante la espiral descabellada mantenida por los controladores en sus negociaciones con AENA. Todo el arco parlamentario ha respaldado al Gobierno, en mayor o menor grado, ante las medidas adoptadas este fin de semana contra el colectivo, que ahora se enfrenta a merecidas sanciones tanto laborales como penales. Nadie puede saltarse la legalidad ni utilizar a los ciudadanos como rehenes en defensa de sus intereses. La negociación es siempre la mejor vía, aunque exige la voluntad de ceder. La razón debe imperar en el sector aéreo, donde las malas artes de la amenaza y la coacción priman demasiado a menudo sobre el diálogo.

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