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Columna
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Reflejo económico del oro y el platino

El oro y el platino son una pareja extraña. Son dos de los metales más preciosos del mundo que han evolucionado con éxito en la tabla de precios desde 2008. Desde una perspectiva de inversión, el platino y el oro se comportan de forma diferente. El alza del precio del oro refleja la profunda inquietud sobre el sistema financiero mundial. Para los fatalistas, el oro es la única reserva de riqueza fiable, ya que las monedas en papel y electrónicas retomaron el camino de la depreciación. La guerra de divisas y comerciales, la inflación y el impago de deuda en la zona euro hacen que los inversores de oro tengan más granos de los que necesitan para moler.

Si bien los amantes del oro piensan que el mundo es infernal, los compradores de platino creen en resultados más celestiales. La demanda del platino descansa en las perspectivas de la producción industrial y, en particular, en la de los hambrientos conversores catalíticos. Así que, pese a las marcadas diferencias en las perspectivas de inversión, ambos han subido de precio en los últimos dos años.

Pero la ratio entre ambos muestra una historia diferente. Cuando las perspectivas económicas son razonablemente buenas, el precio del platino se eleva frente al oro. Y cuando el precio del platino se desvanece respecto del oro, los osos sacan ventaja. A principios de 2008, antes de la restricción crediticia, una onza de platino se vendía a más del doble del precio de la de oro. En los siguientes 12 meses, el oro subió y el platino cayó -a finales de 2008 el precio de ambos era casi el mismo-. Como el oro y el platino se han elevado durante 2009 y 2010, la ratio ha sufrido altibajos. En abril de este año, llegó a 1,5 veces. Pero a raíz de las preocupaciones sobre la impresión de dinero y los problemas de deuda de la eurozona ha caído a 1,2.

Por supuesto, la fuerza relativa de los dos metales preciosos no es un indicador perfecto de la salud financiera y económica global. Hay otros factores que afectan a la producción industrial. Pero como un barómetro simple y rápido del entorno, la batalla entre los optimistas chapados en platino y los pesimistas acaparadores de oro refleja una historia convincente.

Por Robert Cole

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