Dos potencias en tensión peligrosa
La mejor contribución que puede hacer EE UU a la recuperación global es fortalecer su propia economía. Este es, en resumen, el mensaje que Barack Obama lleva a la cumbre del G-20 que hoy comienza en Corea. En su opinión, la fortaleza del dólar "descansa, después de todo, en la fortaleza fundamental de la economía estadounidense". Obama responde así a las fuertes críticas por los nuevos estímulos monetarios aprobados recientemente por la Reserva Federal de EE UU -una inyección de 600.000 millones de dólares para proporcionar liquidez a la economía-, no sin antes recordar que éste es un organismo independiente. Sin embargo, los demás países insisten en que el efecto real de la medida es una depreciación del dólar que favorecerá las ventas al exterior en detrimento de los países exportadores, con China y Alemania a la cabeza. Aunque no han faltado críticas desde Berlín, las más virulentas han llegado desde Pekín, que ve en el nuevo manguerazo de fondos en EE UU el germen de una nueva burbuja de activos financieros. Pero a la vez Pekín mantiene artificialmente un yuan barato que beneficia sus exportaciones. Tales desequilibrios son la peor medicina para salir de la crisis, pero nada comparable a lo peligrosa que puede llegar a ser la escalada de tensión entre las dos potencias, que están condenadas a entenderse.
