Más madera para la economía norteamericana
Como si del mismísimo Groucho Marx se tratara, Ben Bernanke anunció el pasado miércoles "más madera" para la locomotora económica norteamericana. El temor a que ésta vuelva a pararse ha llevado a la Reserva Federal a poner en marcha un nuevo programa de quantitative easing. En esta ocasión, inyectará 600.000 millones de dólares a través de la compra de bonos del Tesoro, a razón de 75.000 millones al mes. Con ello pretende estimular la economía mediante la caída de los tipos de interés a largo plazo.
Según el presidente de la Fed, Ben Bernanke, el nuevo programa "favorecerá el descenso de los tipos hipotecarios de referencia, permitiendo nuevas adquisiciones y refinanciaciones. Además, servirá para incrementar las cotizaciones bursátiles, potenciando la riqueza de los consumidores y aumentando la confianza y el gasto. Esto llevará a las empresas americanas a tener mayores ingresos y beneficios, generando un círculo virtuoso que apoyará el crecimiento económico".
No se puede decir que esta nueva oleada de liquidez haya sido una sorpresa. Llevábamos meses escuchando a Bernanke y otros ejecutivos de la Reserva Federal avisar de que "la actual situación no era plenamente satisfactoria" y que, por tanto, "no debían descartarse nuevas acciones para estimular el crecimiento". Y es que, desde principios de año, el comportamiento del Producto Interior Bruto (PIB) y de la inflación sugerían que nuevas medidas de política económica debían ser puestas en marcha.
El PIB comenzó a dar muestras de debilidad en el segundo trimestre de 2010. Tras cuatro trimestres de contracción -los dos últimos del año 2008 y los dos primeros de 2009- la economía norteamericana creció un 3,4% de media durante los nueve meses siguientes, alejando, momentáneamente, los fantasmas de una recaída. El bajo crecimiento, inferior al 2%, que ha registrado en los dos últimos trimestres del año, ha vuelto a sembrar de dudas el futuro de la economía de Estados Unidos.
La inflación, por su parte, ha sido otro de los dolores de cabeza que ha aquejado a la economía norteamericana. En abril, mayo y junio de este año ha registrado tasas negativas y, en los meses siguientes, los precios nunca han crecido por encima del 0.3%. Cifras que han incrementado los temores sobre una posible deflación y, sobre todo, han acrecentado las dudas sobre la capacidad de la demanda interna para recuperarse y tirar del crecimiento conjunto del país.
Ante este panorama, como ya hemos dicho, las nuevas medidas no podían tardar en llegar. Desde el punto de vista de la política fiscal, la Administración Obama tenía -y tiene- las manos atadas. No hay espacio, ni económico ni político, para nuevos planes de estímulo presupuestario.
Por un lado, el alto nivel de déficit público -que rondará el 11.1% del PIB este año- y el enorme crecimiento de la deuda -un 30% entre 2008 y 2011- impiden al Gobierno gastar un dólar más en reactivar la economía. Por el otro, la nueva configuración del Congreso no favorece en nada al Gobierno de Obama que, en caso de intentar poner en marcha un nuevo plan de estímulo, se encontraría con enormes problemas para sacarlo adelante.
Agotada la vía presupuestaria, sólo quedan las medidas de corte monetario. Y, dado que los tipos de interés de referencia ya están casi en cero, el quantitative easing aparece como una de las últimas opciones para incentivar el crecimiento de la economía norteamericana.
Existen, sin embargo, muchas dudas sobre la capacidad del nuevo plan para lograr sus objetivos. Ya hemos visto, tanto en Europa como en Estados Unidos, programas similares que no servían para potenciar el crecimiento sustancialmente.
Y es que, como ya han advertido algunos economistas americanos, cuando se inunda de liquidez una economía, inyectar un poco más no tiene ningún efecto. No debemos perder de vista, además, el peligro de generar una inflación más alta de la deseada en el largo plazo.
Ante este panorama no es descartable, como ya se encargó de avisar la propia Reserva Federal, que programas similares sigan poniéndose en marcha en los próximos meses, a la vez que se mantienen los tipos de interés "excepcionalmente bajos, durante mucho tiempo". Más madera para la economía americana. Esperemos que, Groucho, Chico y Harpo, no sean quienes están al mando de la locomotora.
Gonzalo Gómez Bengoechea. Investigador del IESE