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San Miguel pone a Méndez y Toxo en manos de Zapatero

Los sindicatos han caido en su propia trampa con la huelga general. El fracaso cosechado el día de San Miguel les deja en manos de la buena o mala voluntad que tenga Rodríguez Zapatero con ellos. Ahora no tienen otra opción que firmar la reforma de las pensiones, aunque les guste poco, para recomponer la debilitada y rancia imagen dejada tras el conflicto.

Pero esta animosa reconciliación no es ni más ni menos que un botón de muestra de lo que ocurrirá en los próximos meses. Los sindicatos van ciegos porque Zapatero les llame para negociar, o simplemente para hacerse una foto (es lo importante). Una llamada les serviría para justificar el supuesto éxito rotundo del que hablaban cuando a mediodía del día 29 la economía funcionaba a velocidad de crucero. Así podrán recomponer una imagen y una gestión de la crisis que puede llevárselos por delante o limitarlos a un pequeño club de resentidos y malhumorados que no quieren encajar que los tiempos cambian, pese a su resistencia.

Zapatero lo hará gustoso para reconciliarse con una buena parte de su menguante base electoral. Pero no lo hará gratis, porque no es Zapatero persona que regale nada en política. Como un profesional que es de este oficio, aprovechará las urgencias de los sindicatos para colocarles la especie de la jubilación a los 67 años, que ya su vicepresidenta económica advirtió en la presentación de Presupuestos que "va a misa". Qué papelón: firmar y respaldar el retraso de la jubilación hasta los 67 años para agarrarse a la primera línea de las decisiones y justificar el fiasco de la huelga general. Qué papelón: firmar debajo de la única reforma que por si sola movilizaría a la gente en una huelga general, que ahora no podrán convocar.

Los sindicatos han demostrado que han perdido el olfato y la capacidad de análisis de lo que ocurre a su alrededor. Tras media docena de años bailándole el agua a Zapatero, dándole barniz institucional a su política económica y social, se encuentran con que tienen que tragar la más grandes de las ruedas de molino para que la sociedad crea que han contribuido a algo en esta crisis. Cándido Méndez empezó su declinar sindical cuando públicamente dijo que estaba a partir un piñón con Zapatero porque era el único gobernante que le había garantizado que nos serían los trabajadores los paganos de esta crisis. Ingenuidad impropia de un sindicalista de su talla, o medida de la talla de un sindicalista ingenuo.

Toxo y sus Comisiones Obreras tienen un papelón aún más gordo, porque no tienen nada que agradecerle a Zapatero, al contrario de UGT, que no ha quebrado financieramente por la inyección del patrimonio sindical que aprobó Caldera cuando era ministro de Trabajo. Cómo explicarán a sus cuadros la estrategia sindical a partir de ahora, si la presión está agotada tras la gaseosa del día 29 de septiembre y la negociación los aboca al trágala de retrasar la jubilación y endurecer la cotización para tener seguramente menos pensión.

!Maldito San Miguel¡

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