Ajustes sociales para largo
Se avecinan curvas en la difícil gestión de las economías europeas. Las decisiones tomadas el pasado mayo en el marco de la Unión Europea, en un esfuerzo comunitario sin precedentes por evitar la suspensión de pagos de Grecia, han demostrado ser sólo el principio de una batería de medidas que tienen un denominador común, la contención del gasto público y, en paralelo, el aumento de la recaudación fiscal. El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, defendió ayer la creación de sanciones financieras y políticas a los países que incumplan no sólo el objetivo de déficit, acordado en el Pacto de Estabilidad Financiera, sino otros criterios como el peso de la deuda pública sobre el PIB o la competitividad.
En definitiva, se impone la más estricta ortodoxia en materia económica, en un camino que no parece dar margen para dar marcha atrás. Los objetivos marcados para 2010 están próximos pero ahora surgen las dudas sobre la viabilidad de su cumplimiento en los años venideros, una cuestión que fustiga ya a día de hoy a Irlanda, pese a haber sido una de las primeras en hacer los deberes. No basta con que el presupuesto irlandés siga las previsiones marcadas para este año ni que el país disponga de suficiente financiación hasta el verano de 2011: el mercado exige al bono irlandés a diez años una rentabilidad que roza ya el 6,6%. Y a Portugal, la otra economía ahora en el punto de mira de los mercados, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) le advertía ayer de la necesidad de acometer reformas laborales, estructurales y una subida de impuestos, al tiempo que la prima de riesgo de su deuda soberana no lograba descender de los 400 puntos básicos.
Recorte de gastos y más impuestos por tanto en un horizonte que no promete ser breve y sobre el que amenaza la presión de los mercados en las economías europeas que se salgan del redil, incluida por supuesto la española.