Cataluña se pone guapa para la innovación
El sincrotrón Alba -un acelerador de luz de tercera generación- puede considerarse la primera y gigantesca piedra del que será el Parc de l'Alba, 340 hectáreas de terreno reservado para crear una gran "polo de atracción del conocimiento". Situado en Cerdanyola del Vallès, a 15 kilómetros de Barcelona, supone la gran apuesta tecnológica de la Generalitat y cuenta con una inversión total estimada en 1.500 millones.
Lo que antes era un descampado utilizado como vertedero, al lado de la Universidad Autónoma de Barcelona, hoy se ha convertido en un espacio agradable, con arboledas y anchas avenidas. Ahora, sólo falta lo más importante, las empresas. "Es un proyecto a quince o veinte años", advierte Miquel Sodupe, director del Consorcio Urbanístico formado entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Cerdanyola que se encarga de gestionar el proyecto. De momento, La Caixa ha sido la primera compañía que ha respondido. La entidad levantará dos centros tecnológicos en el Parc de l'Alba que acogerán a unos 500 trabajadores. Uno de los edificios ya se está construyendo.
Los promotores públicos son propietarios de la mayor parte del suelo y no tienen intención de especular con él. Aunque tampoco pretenden venderlo a cualquier precio para asegurarse la llegada de empresas. Parte de las parcelas se destinarán a la venta y otras al alquiler. También está prevista la cesión del derecho de superficie por 50 años renovables.
Las empresas que se ubiquen en el Parc de l'Alba encontrarán una zona con servicios fiables y una distribución energética potente y de calidad. Fuentes del Consorcio aseguran que estarán pendientes de que las compañías encuentren los máximas facilidades y las mínimas trabas burocráticas.
Si bien es cierto que muchas veces se utiliza el término parque tecnológico como eufemismo de polígono industrial, el Parc de l'Alba nace con la intención de convertirse en un verdadero centro de conocimiento, alejado de la tradición fabril. Además de las zonas reservadas para las empresas, está previsto que se levanten viviendas "sostenibles e innovadoras", aunque la situación actual del sector inmobiliario ha provocado que se retrase un par de años su construcción. Precisamente para alejarse de la vieja idea de polígono industrial, el Parc de l'Alba contará con barrios residenciales y 180 hectáreas de zonas verdes.
El proyecto, sin embargo, empieza a andar en medio de una virulenta crisis. Ello no impide que el secretario de Planificación Territorial de la Generalitat, Oriol Nel·lo, se muestre optimista. Precisamente la crisis inmobiliaria, indica, refuerza aún más la idoneidad de crear un espació destinado a la investigación y la innovación. Nel·lo negocia con unas diez empresas su aterrizaje al Parc de l'Alba, aunque es reticente a dar los nombres. Si las previsiones de la Generalitat se cumplen, lo que hoy parece un lugar inhóspito albergará en el futuro a 40.000 trabajadores.
El alma del proyecto
El sincrotrón Alba es la joya de la corona del parque del mismo nombre. Empezará a funcionar el próximo año y en una primera fase atraerá a 1.000 investigadores al año que utilizarán las siete estaciones experimentales con las que cuenta, aunque caben hasta 30. Las empresas sólo representarán en torno al 5% de los clientes. El sincrotrón, además de ser una palabra cacofónica desagradable, actúa como un gigantesco microscopio que permite observar partículas de materia diminutas. Los científicos podrán utilizarlo de forma gratuita siempre y cuando su estudio salga publicado. El coste para las empresas asciende a 4.000 euros por cuatro horas. "No es caro, eh", asegura Ramon Pasqual, padre del sincrotrón Alba.
La cifra
340 hectáreas de superficie integran el Parc de l'Alba, que está previsto que dé trabajo a 40.000 empleados.
"Yo he matado al sincrotrón catalán"
Que fuera en Cataluña donde se instalara el primer sincrotrón de España no fue fácil. Si la historia tuvo un final feliz fue por la tenacidad de Ramon Pasqual, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Barcelona, que ya en los noventa empezó a trabajar en este proyecto que finalmente se aprobó en 2002. "Nos costó que entendieran las virtudes de construir un sincrotrón", recuerda. Y, cuando lo lograron, Pasqual señala que otras comunidades pujaron para albergar en su territorio el gigantesco microscopio. "Yo he matado al sincrotrón catalán", recuerda que decía un eurodiputado del que no quiere relevar su identidad.Sea como fuere, el centro de investigación terminó levantándose en Cerdanyola del Vallès y al lado de la Universidad Autónoma de Barcelona. Empezará a operar de forma rutinaria en 2011 y su construcción ha corrido a cargo de un consorcio formado entre el Gobierno central y la Generalitat del que Ramon Pasqual es el presidente.