Mutación en el mercado único
Los esfuerzos de Bruselas por construir un mercado europeo sin fronteras han dado hoy, por primera vez en muchos años, un paso atrás. La Comisión Europea se ha rendido ante la imposibilidad de acabar con las fronteras en un tema tan sensible como los organismos genéticamente modificados (OGM). Y en una decisión que sienta un importante precedente para el futuro, la CE ha propuesto que cada uno de los 27 países de la Unión pueda decidir libremente si permiten o no los polémicos cultivos transgénicos sin necesidad de invocar, para justificar la prohibición, razones científicas o de salud.
"La esencia de la propuesta es flexibilidad, no rigor, para dar margen a los Estados miembros", ha reconocido en rueda de prensa el comisario europeo de Salud y Protección al consumidor, el irlandés John Dalli.
La manga ancha del nuevo proyecto de directiva pretende acabar con años de enfrentamiento entre los socios comunitarios sobre la introducción de OGM en el mercado europeo. Desde 1998, Bruselas sólo ha logrado autorizar el cultivo de un tipo de maíz transgénico (de Monsanto) y de una patata (de Basf), pero varios países adoptaron cláusulas de salvaguarda para frenar su introducción.
La claudicación de Bruselas ante la resistencia de la opinión pública a los OGM (Francia, Austria, Hungría y Luxemburgo, entre los países más beligerantes) parece inevitable. Pero abre la incógnita sobre la posible extensión a otros campos de la libre circulación de prohibiciones. ¿Podrá un país impedir, por ejemplo, el cultivo de ciertos transgénicos financieros? ¿Resistirá el mercado único la fragmentación de normas y reglamentos?
En un reciente y prescindible informe, encargado a Mario Monti por el presidente de la CE, José Manuel Barroso, el antiguo comisario advierte sobre el creciente desamor entre los ciudadanos europeos y el mercado único, "observado con sospecha, temor y, a veces, abierta hostilidad". Monti añadía que ese mercado único es un "sirviente esencial" de la Unión Europea. Pero da la impresión de que si quiere seguir en nómina, el sirviente tendrá que mutar para permitir mayores diferenciaciones en una Unión cada vez más heterogénea. Y el resultado final puede ser un mercado frankenstein que no satisfaga a nadie.
Foto: Fresadora gigante en el centro de Bruselas (B. dM., junio 2009).