Reformas en la banca de EE UU
El sector bancario espera que la revisión financiera se suavice en la fase final. Pero en vez de eso, han aparecido una serie de previsiones en las últimas horas del tira y afloja del Congreso de Estados Unidos. Aquellos que temían que las prolongadas negociaciones podrían conllevar una legislación perjudicial para los bancos tal vez tengan razón.
Ha habido siempre una enorme posibilidad de que los límites propuestos a las actividades bancarias se hicieran más estrictos cuando la Cámara y el Senado se reunieran para combinar sus respectivos proyectos. La forma final de la llamada regla Volcker es probable que legisle una prohibición relativamente estricta sobre las operaciones por cuenta propia de los bancos regulados, con algunas excepciones, en lugar de que los reguladores tengan que poner orden más tarde, el enfoque preferido por los bancos.
Pero incluso los lobistas más pesimistas de Wall Street puede que no hayan anticipado algunas de las ideas que pueden surgir. Por ejemplo, mientras los bancos esperan estar colgados del gancho financiero si el Gobierno alguna vez tiene que liquidar una gran institución, los negociadores de la Cámara ahora quieren instituciones con más de 50.000 millones de activos para pagar la factura de cualquier coste asociados con el potencial fin de Fannie Mae y Freddi Mac.
Otra propuesta sorprendente trata sobre los límites de apalancamiento. El proyecto original del Senado dejaba a los reguladores decidir las ratios financieros apropiados. Pero ahora puede quedar por ley la relación entre deuda y capital social a un ratio de 15 a 1. Luego están los impuestos sobre los bancos. La Cámara baja quiere autorizar al Federal Deposit Insurance Corp para recuperar los costes de los planes de rescate a los bancos en 2008. Ideas como éstas de última hora podrían borrarse o diluirse. El estricto límite de apalancamiento, por ejemplo, podría limitarse a las instituciones indecisas. Por otro lado, muchos en el Congreso no ven nada malo, políticamente hablando, en liarse a martillazos con los bancos. Y en un año electoral, eso significa que los grupos de presión de los bancos no serán capaces de relajarse hasta que se imprima hasta la última palabra del proyecto de reforma.
Por James Pethokoukis