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Tribuna
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Euro: ¿reforma o ruptura?

Tras la pasada semana de pasión, la UE, el BCE y el FMI han alcanzado un acuerdo impensable hace pocos días: un fondo de 440.000 millones de euros en préstamos bilaterales por parte de los países del área, otros 60.000 millones del fondo de contingencia de la UE, 250.000 millones del FMI y dramáticas modificaciones en la política monetaria del BCE (compra de deuda pública o privada y vuelta atrás a las subastas de liquidez a tres y seis meses a tipos de interés fijos y sin límite, en especial). Un paquete de 750.000 millones de euros más una sustancial laxitud de la política monetaria, así como soporte del BCE a los mercados de deuda. ¡Lo nunca visto! No debe sorprender, por ello, que la primera reacción de los mercados ayer fuera de euforia. Este esfuerzo exigirá contrapartidas a todos los Gobiernos, y entre los primeros, el de España, que ya ha anunciado una aceleración del recorte del déficit público entre 2010 y 2011.

Con todo ello, el área del euro que conocimos la pasada década ha dejado de existir. Y para su futuro sólo hay dos salidas: o se reforma profundamente, o se rompe. El Pacto por la Estabilidad no ha funcionado adecuadamente para el sector público ni ha impedido la acumulación de desequilibrios financieros privados. De hecho, ni se habían diseñado cortapisas a los saldos externos, como si importara si el culpable del déficit exterior es el sector público o el privado.

La convergencia que la Unión Monetaria debería haber promovido ha dejado paso a una creciente divergencia, que se ha visto estimulada por la existencia de la Unión, al permitir la acumulación de déficit por cuenta corriente como los de España, Portugal, Irlanda o Grecia. Además, estos déficits han financiado una demanda interna excesiva, espoleando pérdidas de competitividad, reforzando los déficits exteriores. Una Unión que tolera, e indirectamente estimula, la divergencia entre sus miembros, simplemente no puede existir en el largo plazo.

En este contexto sólo resta optar por una profunda reforma o por la ruptura del área. Y no porque algunos de los países del sur decidieran salir de la Unión. Sino porque los del centro consideren que para este viaje no hacen falta esas alforjas. Es cierto que Alemania se ha beneficiado de un mercado en el que los países periféricos no podían devaluar. Pero sería un error considerar que les interesa más el éxito exportador que la estabilidad de su moneda. Su creciente envejecimiento, una deuda pública con niveles preocupantes y dificultades financieras en länder e importantes ciudades, explican el acuerdo constitucional, firmado el pasado año, para situar el déficit público a partir de 2016 cerca del 0%. Con esta decisión, tomada unilateralmente, Alemania ya mostró al resto del área cuáles eran sus objetivos y el comportamiento de Merkel en la crisis va en el mismo sentido.

Un área monetaria de nuevo cuño está naciendo y, para pesar de Francia que jamás ha considerado seriamente la opción federal, apunta hacia un nuevo tipo, más en línea de la federación que de la actual soberanía de los Estados. La decisión de este fin de semana avanza, mucho más de lo que cabía esperar, en esta línea. Y, por ello, debemos congratularnos especialmente. No obstante, hay mucho trecho todavía por definir. Y todo indica que la reforma que liderará Alemania apunta a un marcado endurecimiento de las normas del club de los elegidos: probable suspensión de los derechos políticos de voto en la Unión Europea para los países transgresores, severo control de las decisiones fiscales de los Estados miembros y mecanismo de ayuda, sea en forma de un Fondo Monetario Europeo u otra figura similar, que pueda decidir el alcance de las reformas precisas para países con problemas.

Si fracasa la elevada apuesta del domingo, ya saben lo que nos espera: los que abandonarán el euro serán los países sobre los que la moneda común se construyó. Y el experimento habrá terminado. A nosotros, con nuestra dilatada historia de desequilibrios, ello no nos conviene en absoluto. Que no lo olviden sindicatos, patronales, Gobierno y oposición, ahora que hemos entrado en el día después a la recesión, el del tiempo del ajuste.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada (UAB)

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