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Columna
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El euro resistirá al efecto griego

Un impago del Gobierno griego no significa necesariamente la puntilla para el euro; incluso un saneamiento bien gestionado podría fortalecer la moneda única. Ya se hablaba de default antes de que S&P rebajase la calificación de la deuda griega a "basura" el martes. Las cifras del país dan miedo y aunque pueda aguantar algún tiempo con la ayuda del FMI y previsiblemente de la UE, las autoridades comunitarias deberían prepararse para un mal escenario.

Sin la adecuada preparación, el default griego podría desencadenar una avalancha. Los aterrorizados inversores huirían de la deuda de otros economías debilitadas, desencadenando impagos y generando pérdidas para el BCE, que acepta deuda soberana como colateral. Los Gobiernos de los estados más solventes deberían rehusar los requerimientos de ayuda del banco central. Así, los países morosos podrían ser expulsados del sistema y los fuertes, simplemente abandonarlo.

Pero no debería llegarse a esos extremos. Grecia es un modelo único de mala administración y discordias políticas. El contagio debería poder evitarse con políticas de austeridad del resto de los miembros del euro. Incluso si se dejase de pagar hasta el último céntimo de la deuda griega, las pérdidas rondaría los 300.000 millones, algo asumible para el sistema.

Por supuesto, el default de un estado cambiaría el modo de trabajar en la UE. Al principio habría momentos tensos cuando el BCE y el resto de Gobiernos asuman las pérdidas. Se precisarán cambios técnicos, legales y políticos sustanciales, pero no insalvables.

Pero a largo plazo, reconocer un impago tiene un efecto positivo. El BCE será menos caballeroso al aceptar deuda soberana como colateral, lo que meterá presión a los Gobiernos. Los inversores serán más cautelosos y el mercado bloqueará los créditos a Grecia hasta que se demuestre ser capaz de poder devolverlos.

Por Edward Hadas

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