El Banco de España y la exposición al ladrillo
Tanto se ha hablado con mayor o menor rigor de los problemas a los que se enfrenta la banca española como consecuencia de su elevada exposición al ladrillo que el Banco de España, en boca de su director general de Regulación, ha querido poner los puntos sobre las íes. Así lo ha hecho en su intervención del pasado 15 de marzo ante la Junta Directiva de la Asociación Hipotecaria de España con el título La exposición del sistema financiero español al sector de la construcción y promoción inmobiliaria: mitos y realidades. Qué mejor lugar que dicha Asociación para hablar del tema, máxime tras las recientes declaraciones del presidente de la misma al afirmar que los promotores tienen una deuda de 325.000 millones de euros con los bancos y cajas, con unos intereses que no pueden pagar. En la misma línea, también el presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio afirmó que las entidades financieras "nunca recuperarán" el 30% de la deuda que ha contraído con ellas el sector inmobiliario, y que asciende a unos 97.500 millones de euros.
El discurso del Banco de España es tranquilizador al constatar que el sector bancario español tiene provisiones suficientes para hacer frente al problema, al contabilizar provisiones genéricas y específicas que cubren el 35% de los créditos morosos, los llamados subestándar, así como todas las adquisiciones y daciones de pago realizadas. Un matiz: si el verdadero valor de mercado de las garantías aportadas fuera inferior al 65% del valor en libros, las provisiones serían insuficientes. Obviamente, la pregunta del millón es cuál es el verdadero valor de mercado de esas garantías.
La otra cara de la moneda de la parte tranquilizadora del discurso del Banco de España es aquella en la que nos comunica que la tasa de morosidad en el sector de la construcción y la promoción inmobiliaria varía entre entidades entre un mínimo del 2.3% y un máximo ¡del 28%! Sí, han oído bien, al menos una entidad bancaria española tiene una morosidad en el ladrillo del 28%, valor que triplica la media del sector situado en diciembre de 2009 en el 9,6%. Otro aspecto que muestra las importantes desigualdades que ocultan los datos medios del sector es que hay al menos una entidad con una exposición al ladrillo del 50% del total de sus créditos, justo el doble que la media del conjunto de entidades de crédito. Y ese enorme rango de variación entre nivel máximos y mínimos es precisamente el problema: que algunas entidades (no sabemos cuántas y quiénes) puede que no aguanten ante tan elevadas tasas de morosidad con elevadas concentraciones del riesgo en la construcción y en la promoción inmobiliaria.
Otro de los mensajes que me gustaría destacar del discurso del Banco de España es la frase que afirma que "parecería deseable que las entidades realizaran un esfuerzo de mayor transparencia, explicando el mercado su exposición, sus problemas de mora y su estrategia de recuperación". Y justo antes de las conclusiones, vuelve a reiterar que "lo que sí parece imprescindible es un esfuerzo mayor por parte de las entidades a la hora de explicar sus fortalezas, debilidades, riesgos y cómo se mitigan y gestionan esos riesgos". Si bien no me sorprende que lo diga el supervisor, lo que sí me llama la atención es que el Banco de España no les obliga a esa deseada transparencia. Chirría que uno de los pilares de los acuerdos de capital conocidos como Basilea II (concretamente, el pilar 3 de disciplina del mercado) exija transparencia informativa a las entidades dando información al mercado, y que en un tema tan importante como es la morosidad y exposición al ladrillo (en general, la composición de la cartera crediticia) no les obligue a la misma transparencia dando información al mercado. Pero claro, si les obligara ahora, las pone al borde del precipicio. Se trata de un dilema de grandes dimensiones.
Si el Banco de España hubiera obligado a los bancos a dar esa información hace años, quizás algunas entidades no habrían llegado al nivel actual de concentración del riesgo en el ladrillo y, por tanto, quizás ahora otro gallo nos cantaría.
Joaquín Maudos. Investigador del IVIE y profesor de la Universidad de Valencia