La pelea judicial de los gigantes por los clientes
Uno de los efectos colaterales de cualquier crisis es la judicialización de los negocios. A veces, algunas empresas, arrastradas por la atonía de sus mercados, pretenden arañar cuota de mercado atrayendo a los clientes de la competencia no sólo mediante artes comerciales, sino por cualquier vía a su alcance. Incluyendo los tribunales. El fenómeno se ha extendido por la mayoría de los sectores, pero en las últimas semanas se ha hecho especialmente patente en el tecnológico, donde los tres gigantes -Apple, Microsoft y Google- se han enzarzado en enfrentamientos en distintas instancias judiciales.
La semana pasada Apple denunció ante la justicia estadounidense a la taiwanesa HTC -el cuarto fabricante mundial de los móviles de alta gama, los smartphones-, a la que acusa de haber copiado patentes de su propiedad. Por idéntico motivo mantiene otro pleito contra Nokia. La decisión de cargar contra HTC se interpreta como un ataque directo a Google, y en menor medida a Microsoft, pues los móviles del fabricante funcionan con los sistemas operativos Android, de Google, y Windows Mobile, de Microsoft. Pero además, sobre HTC recae el lanzamiento mundial del móvil de Google, el Nexus One, que aspira a competir directamente contra el iPhone de Apple, responsable del 30% de los ingresos de la empresa de la manzana. Las disputas no paran aquí. Según informó la propia Google, Microsoft habría recurrido a instancias comunitarias de competencia acusándola de discriminar en los rankings de búsqueda a varias páginas ligadas a la empresa de Bill Gates.
Poco importa si se esgrimen prácticas contra la competencia o defensa de patentes. La razón última es la pelea por un mercado mundial multimillonario y en franco crecimiento. Un negocio cada vez más entremezclado, donde se interrelacionan internet, hardware, software, telecomunicaciones móviles y fijas y los contenidos. Demandantes y demandados pretenden explotar todas las parcelas, lo que ha generado la convergencia de intereses entre empresas que empezaron en nichos especializados, pero que ahora aspiran a aumentar su parte de la tarta global. A tal fin, a veces gana fuerza la estrategia de estructurar servicios como islas estancas incompatibles con los productos o servicios de la competencia, lo cual puede ser rentable a corto plazo, pero también es perverso para el consumidor.
La judicialización de los negocios no suele llevar a nada bueno, salvo cuando los jueces fallan a favor de los intereses colectivos, que suelen coincidir con la libre y limpia competencia. En definitiva, las tecnologías de la información y la comunicación son herramientas de desarrollo económico y social y conviene asegurar reglas transparentes que impidan los monopolios, y también pongan coto a los oligopolios.