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Tribuna
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Cultura del trabajo

Se ha empezado a hablar desde el Gobierno de la necesidad de acometer una reforma educativa que cuente con el difícil equilibrio del consenso, y que se imponga como objetivos principales restaurar la excelencia, fomentar la cultura del esfuerzo y flexibilizar el sistema. Pues bien, si no es tarde, yo me atrevería a sugerir uno nuevo en la agenda de negociación: la instauración de una nueva educación hacia el trabajo, pero desde los estadios más tempranos de nuestra enseñanza.

España está viviendo una de las crisis económicas más feroces de su historia, y al margen de las reformas de enorme calado que tiene por delante el Gobierno, si es que tiene la valentía de ver las cosas en lo que son, se necesita recuperar desde la escuela los valores que han sustentado desde siempre el avance individual y colectivo, tan necesarios ahora en nuestro país. Nos estamos refiriendo a la honradez, al esfuerzo, al perfeccionismo, al amor al trabajo, al afán de superación.

Un sistema educativo sumido en el relativismo, que ha bajado los estándares y la exigencia, pone cada día en el mercado a personas con muy escaso nivel de autoexigencia. Quizás en su impotencia para imponer los valores de que hablamos, el sistema educativo ha preferido trasladar la responsabilidad de educar hacia el trabajo a las propias empresas. Y el resultado no puede ser peor. Las empresas tienen conferidas otras misiones de carácter social, pero no son educadores.

Alguien -el propio sistema educativo- y desde estadios bien tempranos, debe enseñar a nuestros jóvenes que en la centralidad del trabajo puede radicar su propia felicidad. Para eso hay que promover un cambio de actitud que pasa por asociar el emprendimiento a la propia noción de trabajo por cuenta ajena. Se puede emprender en el seno de la empresa siendo empleado, asumiendo retos, mejorando cada día y creciendo en habilidades y competencias.

Y también hay que empezar a realizar una tarea pendiente en nuestro país: restaurar la imagen y el papel social que desempeñan las empresas y los empresarios. Hay que enseñar a nuestros estudiantes que prácticamente el 100% de las innovaciones que hacen más grata nuestra vida, proceden de la inversión empresarial, y más aún, que cualquiera de estos jóvenes, pueden abrazar este estilo de vida. Si hay un individuo inconformista, inquieto, creativo, celoso de su libertad y hambriento de éxitos y con una capacidad de trabajo infinita, ese es el empresario. El 99% de las empresas de nuestro país, nacieron por el impulso de un hombre o mujer insatisfecho. Auténticos inconformistas.

Marta Beltrán. Directora de la Asociación para el Desarrollo de la Empresa Familiar de Madrid (Adefam)

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