Es el momento de las reformas de verdad
El Gobierno aprobó el viernes el anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, que incluye una lluvia de reformas económicas, pero ninguna novedad de calado. Los cambios de la futura norma están en general bien encaminados y mejoran distintas actividades relacionadas con el mundo empresarial. Desde este punto de vista, hay que celebrar la decisión del Gobierno de abordar cambios. Sin embargo, esta serie de pequeñas reformas no son el volantazo que requiere el cambio del modelo productivo español. Al menos, por lo conocido el viernes y a expensas de que el presidente del Gobierno desvele el texto completo el próximo miércoles en el Congreso de los Diputados.
O Elena Salgado exageró tras el Consejo de Ministros al decir que el Gobierno presentaba a la sociedad española "el proyecto de país para 2020", o es que faltan por llegar novedades de mayor enjundia. Sin embargo, no sería justo despreciar algunos de los cambios que incluye el anteproyecto de la ley. La decisión, ya anunciada hace tiempo por José Luis Rodríguez Zapatero, de liquidar desde 2011 las deducciones fiscales a la compra de vivienda, a partir de los 24.000 euros de base imponible, implica una transformación importante y tendrá un efecto decisivo en el sector inmobiliario. Hay que reconocer valentía en una medida largamente demandada por los expertos, cuyo retraso tanto ha distorsionado el mercado inmobiliario.
Además, las deducciones que se otorgarán al alquiler permitirán animar ese segmento, a la vez que la mejora fiscal de las rentas obtenidas por los arrendadores puede mejorar la disposición de estos a poner más pisos en renta.
Más escasa, aunque bienvenida, es la apuesta por la I+D+i, concretada en mayor deducción a esta actividad, desde el actual 8% al 12%, en el Impuesto sobre Sociedades. La reforma de los organismos reguladores, esperada hace tiempo, es un cambio que igualmente deberá mejorar el entorno empresarial, como los avances en la transparencia de los mercados financieros. Aunque en estos puntos es preferible reservarse la opinión hasta conocer más detalles.
Es un acierto introducir estabilidad en el desarrollo de las obras públicas, limitando las modificaciones de los contratos. Probablemente contribuya a remitir las malas prácticas actuales de presentar descuentos inviables. Con ello ganarán las Administraciones, pero también las constructoras que disfrutarán de unas reglas más realistas.
Igualmente positiva es la intención de reducir las cargas administrativas de las empresas, un campo en el que España siempre sale perdiendo en cualquier comparación internacional sobre trabas burocráticas. El anteproyecto pretende que un emprendedor no espere más de cinco días, incluso sólo uno, para crear una empresa. Ojalá se consiga, y no como en los anteriores intentos. Esta intención genera el mismo escepticismo que la obligación de que las Administraciones públicas paguen sus deudas en un máximo de 30 días. Salgado no fue capaz de explicar cómo; quizá el secreto estriba en la medida no obliga hasta 2013, cuando se supone que la crisis haya remitido y las finanzas públicas permitan a los ayuntamientos abonar sus recibos. Son dos ejemplos de que una buena parte de las innovaciones de la norma no lo son tanto, pues ya se han intentado en anteriores ocasiones.
Son esperanzadores compromisos como la "planificación integral" de la política energética, un sector cuyos costes determinan la competitividad de otros muchos. Pero como los cimientos tienen que ser sólidos, es imprescindible también un plan industrial que incentive nuevas actividades de valor añadido y mejore la posición de los tradicionales. La reforma del sistema financiero, con la necesaria modificación de la Ley de Cajas, también es ineludible. Pero, sobre todo, lo es una reforma laboral eficaz que ayude a crear empleo para seguir adelante.
Cabe esperar que el ansia reformadora del Gobierno no se agote en este anteproyecto, casi seco de reformas clave. La mayor parte de las modificaciones que recoge son necesarias, pero ni de lejos suficientes. La dura recesión ha aflorado multitud de deficiencias que la economía debe subsanar si quiere volver a acelerar con garantías de éxito. No está en juego sólo el modelo productivo de la próxima década, sino el futuro a más largo plazo.