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Columna
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Previsiones: la salida de la crisis

Esta semana se han conocido las previsiones de la Comisión Europea. El análisis de la Comisión indica que, en 2010, todavía va a continuar la caída interanual del PIB (cercana al -1,0%), posponiéndose pues la ansiada recuperación para 2011. Ello se ha contrapuesto con el hecho de que los más importantes países europeos van a experimentar crecimientos ya en el próximo año. Estas expectativas hay que sumarlas a la publicación de los datos del paro, con cerca de 100.000 parados más en octubre, y a los resultados de hace un par de semanas sobre el mercado de trabajo del tercer trimestre. Estas noticias continúan generando un análisis que es, simultáneamente, demasiado pesimista sobre el inmediato futuro e, implícitamente, demasiado optimista acerca del día después.

Lastimosamente, si la discusión sobre la crisis, su profundidad, sus salidas o el cambio de modelo que necesitamos, se circunscribe a la discusión acerca de en qué trimestre, y con qué intensidad, presentaremos crecimientos del PIB, nos estamos equivocando de debate.

La crisis, entendida como caída del PIB, pasará. Primero lo hará en términos intertrimestrales, a mediados de 2010. Y, unos trimestres más tarde, comenzaremos a avanzar interanualmente. Por ello, la comparación entre el momento en que Alemania o Francia han salido de la crisis y el preciso instante en que nosotros estaremos en esa misma posición, es absolutamente estéril. Una de las razones de ese diferente perfil cíclico radica, probablemente, en que la caída en Alemania ha sido mucho más intensa que en España (por encima del 5% del PIB). No creo que nadie estuviera de acuerdo en que, para presentar ya tasas positivas de crecimiento del PIB, ¡hubiera sido mejor que la economía se hundiera todavía más en los trimestres anteriores!

Esta no es una discusión seria. Como no lo es, tampoco, el debate acerca de la tasa de paro, sin discriminar entre los crecimientos de población activa y la destrucción de empleo. Por ello, sorprende que continúe avanzando en los medios de comunicación la peregrina tesis de que el paro va a continuar creciendo intensamente los próximos trimestres. Ello, sencillamente, no es posible. Y no lo es porque el grueso del ajuste del mercado de trabajo se ha efectuado ya. Ello ha sido así en el sector de la construcción, dónde la pérdida de cerca de 900.000 empleos se acerca ya al total de excedentes generados en la etapa del boom. También hemos más que ajustado el empleo en la industria, con más de 600.000 puestos de trabajo perdidos. Poco queda en ambos sectores para destruirse. El mercado de trabajo español tendrá otros problemas, pero su flexibilidad en cantidades es más que notable. En los servicios, la punción más importante ha tenido lugar en los servicios empresariales y actividades inmobiliarias, mientras que el resto de ramas resisten de forma más que razonable.

Además, la población activa ha presentado, finalmente, la contracción que cabía esperar dado el tono del mercado de trabajo, con una salida neta de efectivos en el entorno de los 100.000 en el tercer trimestre. Cabe recordar ahora que del aumento en el total de parados, cercano a los 2,2 millones en el último año, unos 500.000 corresponden a avances en el total de activos, habrá que convenir que esta parte del aumento del desempleo se está cerrando.

Por tanto, el paro avanzará en los próximos trimestres en la medida en que se continúe destruyendo ocupación. Y ahí el recorrido está ya muy cercano a su final. Es por ello por lo que la tasa de desempleo no se ha movido entre el segundo y el tercer trimestres, tras avances muy importantes hasta los primeros tres meses de este año. Y es por esas mismas razones por las que, del 17,9% actual, su crecimiento va a ser moderado hasta mediados del próximo año, cuando cabe esperar el inicio de la recuperación en el crecimiento del PIB y el final de la destrucción de empleo.

Nuestra situación no es buena. Puede, incluso, empeorar, si la débil recuperación internacional se detiene. Pero conviene situar las cosas en sus justos términos. ¡Ojalá los problemas de España fueran el retraso, en unos trimestres, del instante en que vamos a crecer! Temo ese momento. Y lo temo porque, como muestra el tono del debate del país, no estamos abordando el día después de la crisis. Y eso es, ciertamente, lo más importante.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

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