Vuelta a la normalidad con cautela
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, constató ayer que los mercados dan por descontado que no se prorrogarán las subastas ilimitadas de liquidez a un año. La próxima, prevista para el 16 de diciembre, será con toda seguridad la última. El economista francés remarcó algo obvio: "Este soporte no es eterno". Como tampoco pueden serlo el resto de las medidas extraordinarias que ha ido aprobado la autoridad monetaria europea para combatir la crisis financiera. En otras palabras: el BCE inicia la retirada del estímulo monetario no convencional.
El mensaje queda claro y los mercados deben empezar a descontar que la normalidad llegará más pronto que tarde. Y para reforzarlo, Trichet ha acompasado nuevamente el ritmo con sus homólogos de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y del Banco de Inglaterra, Mervyn King, que también han alertado de la necesidad de reducir gradualmente las ingentes ayudas que han ido inyectando a los mercados. La duda sigue siendo cuándo y cómo.
Los indicios de que la economía mundial está saliendo de la recesión son evidentes. EE UU ya está en crecimiento, como Alemania y Francia. Y el conjunto de la UE lo estará, según las previsiones, este último trimestre. Sin embargo, el temor a que una retirada precipitada de los estímulos -monetarios y fiscales- provoque una recaída está sobradamente justificado. Eso exige que la prudencia impere en las autoridades monetarias y los Gobiernos que han desarrollado planes de choque contra la crisis. De momento, la cautela es la tónica dominante y las retiradas se están produciendo con cuentagotas. Es bueno que sea así, y nunca por sorpresa. De momento, la coordinación parece funcionar adecuadamente.
Sin embargo, en lo referente a los tipos de interés ha empezado a cundir cierto nerviosismo, después de que el Banco de Australia los haya subido ya dos veces desde octubre, medida que han seguido Noruega e Israel. Por eso, será acertado que tanto el BCE, como la Reserva Federal aclaren el plazo que consideran oportuno para que el precio del dinero permanezca inmóvil.
En clave europea, es deseable que, una vez atravesado el desierto de la crisis, el BCE retome la normalidad en su política monetaria con mayor sensibilidad hacia todas las economías del euro. Es previsible que si Alemania, Francia e Italia recuperan el crecimiento con cierta solidez, el BCE se plantee relativamente pronto encarecer de nuevo el dinero. Pero una subida precipitada de los tipos podría perjudicar seriamente la recuperación de economías que, como la española, tardarán más en salir de la crisis. Pertenecer al euro tiene muchas ventajas, pero la economía española puede encontrarse con este problema añadido si queda rezagada. Es de esperar que, también aquí, el BCE muestre cautela.