A vueltas con el dólar
La cantinela de que "el dólar ya no es lo que era" está arraigando y en las últimas semanas muchos están cuestionado si el reinado de la divisa estadounidense está en peligro. El aumento espectacular del déficit en EE UU (que se espera que supere el 12% del PIB este año), una política monetaria muy expansiva con los tipos de interés al 0%, el reventón de las burbujas financieras e inmobiliarias, y la muy lenta recuperación de la economía de estadounidense (el desempleo está al 9.8% y se espera se mantenga alto durante el 2010) están pasando factura al billete verde.
Esta desconfianza en el dólar se refleja en el avance del euro, que sigue batiendo marcas y progresa como moneda de referencia. Entre abril y junio los bancos centrales del mundo acumularon más de la mitad de sus reservas en euros, y el dólar continúa su bajada como moneda de reserva (del 64% al 62,8% de las reservas mundiales en el último año). Finalmente, en las últimas semanas el dólar ha perdido un 15% frente al euro, y la moneda europea ya ha superado los 1,5 dólares.
La caída del dólar, sin embargo, puede ser positiva ya que favorece a las exportaciones estadounidenses, lo cual beneficiará a la recuperación económica del país. La economía de EE UU se enfrenta a una situación de crisis tanto para las familias como para el sector financiero. En ausencia de una nueva (pero improbable) burbuja financiera o inmobiliaria, o del rápido resurgir del consumo, una recuperación basada en las exportaciones podría ser lo mejor que puede suceder. En realidad, pese a las reiteradas declaraciones del Secretario del Tesoro, Tim Geithner, y de los líderes económicos del país apoyando el principio del dólar fuerte (los mercados de bonos responderían muy negativamente si no diese eso), lo último que necesita la economía de EE UU es un dólar fuerte.
Además, un dólar débil va a disminuir uno de los factores que ha contribuido a la crisis actual: los masivos desequilibrios entre países con superávit en sus balanzas de pagos (como Alemania, China y Japón) y los países con déficit masivos (como EE UU). Es muy dudoso que los países con superávit estén dispuestos a tomar las medidas necesarias para estimular el consumo interno y reducir estos desequilibrios. La bajada del dólar puede ser una buena alternativa para conseguir este objetivo y poder lograr el ideal de una economía global mas equilibrada.
En Europa, pese a las quejas de algunos líderes europeos preocupados por el posible impacto de la caída del dólar y el fortalecimiento del euro en sus exportaciones, en un contexto de políticas fiscales y monetarias muy expansivas, la mejor garantía contra presiones inflacionistas es también un euro fuerte.
Pese a lo impredecible de los mercados de divisas, las perspectivas son que el dólar seguirá cayendo. Las cifras del consumo, que representa un 70% del PIB, y del desempleo, que ha alcanzado el nivel más alto de los últimos 26 años, siguen siendo negativas y no se espera que mejoren mucho durante 2010. Es por ello que es muy probable que las políticas fiscales y monetaria de estímulo se mantengan, con el impacta negativo que tendrán sobre el déficit y la deuda (que se espera que llegue al 85% del PIB en el 2019), lo cual pondrá presión a la baja en el dólar.
Sin embargo, es todavía muy prematuro certificar la decadencia del dólar. Hasta ahora el declinar del billete verde ha sido muy ordenado y no ha habido razones para el pánico. Además, cabe esperar que las autoridades económicas de EE UU (y de otros países) tomen todas las medidas necesarias para asegurar que no provoque una crisis. Sólo un error sostenido de políticas durante un periodo extenso puede provocar el colapso.
La crisis ha podido acelerar la erosión del dominio de dólar, pero la inmensa mayoría de los economistas están de acuerdo en que su reemplazo por otra moneda tardará décadas, ya que las alternativas no son claras: el euro ha ganado peso pero no está apoyado por un mercado soberano de deuda; los fundamentos económicos y demográficos del yen no son muy sólidos; y el renminbi chino no es ni siquiera convertible. En definitiva, el dólar sigue reinando.
Sebastián Royo. Catedrático y decano en la Universidad de Suffolk en Boston