_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Reino Unido abre el tarro de la liquidez

La Autoridad de los Servicios Financieros (FSA) ha sido deliberadamente vaga sobre la reforma de la liquidez. El regulador británico podría haber hecho que los bancos se vean sujetos a objetivos específicos, forzándoles a ajustar sus balances en mucho menos tiempo. Se ha hablado de pedir que tres cuartas partes de los fondos sean depósitos estables, o que el 10% de los activos tengan forma de deuda pública.

Pero los bancos no están saliendo malparados. Según las propuestas reveladas ayer, cada banco se reunirá con el regulador para determinar cómo le iría con la suspensión durante dos semanas de toda la liquidez seguido de dos meses y medio de mercados no líquidos. Como cada banco se verá afectado de distinta forma, a cada uno se le establecerá unos objetivos a cumplir.

Algunos creerán que es una medida demasiado blanda, pero a los bancos les hará daño. Cubrir un 60% de los flujos de salida de sus stress tests y prolongar un 20% de su financiación al por mayor a corto plazo puede costarle al sector 2.200 millones de libras al año, según cálculos de la FSA. Eso se descontará de los márgenes y los bonus. El FSA no quiere ahogar los bancos para que no presten, pero tampoco sabe hasta dónde llegará la regulación. Aparte de las reformas de Basel a las reglas sobre capital y liquidez, parece que cada día surgen nuevas cuestiones a regular. La última de ellas es la lanzada por el FMI en Estambul: obligar a los bancos a pagar un impuesto para cubrir los futuros rescates.

Desde este punto de vista, establecer objetivos demasiado duros y rápidos habría sido imprudente. El FSA ha conseguido algo difícil: ha cosechado aplausos por ser la primera nación del G-20 en lanzarse a la reforma de la liquidez a la vez que se ha dejado un buen margen de maniobra por si las reformas de la regulación cogen la directa. Los bancos británicos deberían dar gracias por el regalito.

Por George Hay

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_