El debate del estado de la crisis
Vamos a asistir esta semana a una de las ediciones del debate del estado de la nación más tensos y relevantes de las últimas legislaturas. Son muchas las circunstancias que confluyen para que la expectación y la esperanza de que la cita sirva para algo compitan en el ánimo colectivo.
El segundo Gobierno Zapatero llega al debate con claros signos de agotamiento. Un crisis global, sí, que muestra su máxima crudeza en España, con datos como los más de cuatro millones de parados que duplican la tasa media europea, el drama de la falta de financiación que acucia a muchas pymes solventes, el escaso impacto hasta la fecha de medidas estrella incluidas en el Plan E y el Plan ICO, la atávica falta de diversificación de nuestro modelo productivo, la escasez de aliados potenciales en el Parlamento profundizada por el chantaje autonómico en la negociación de los modelos de financiación y finalmente la esperada ferocidad de la oposición ante la cercanía de las elecciones europeas.
El presidente va a intentar insuflar al sistema una de sus tradicionales dosis de optimismo, la mayoría de las veces retórico, sin medidas sólidas de soporte ni continuidad en el tiempo. Previsiblemente, se aferrará al carácter social de su Gobierno y acusará al resto de las formaciones, especialmente al PP, de ser enemigos de la protección social. Aquí radica el principal argumento que tiene en su mano Mariano Rajoy para combatir su desventaja dialéctica frente a Zapatero. Rajoy necesita convencer sobre la mejor fórmula de dotar a un país de un sistema avanzado de protección social: la generación de empleo de calidad y de un tejido económico con potencial de crecimiento más allá de los ciclos económicos. En definitiva, la transformación total del modelo de negocio de España SA.
El PP debe apostar por el futuro y ofrecer medidas claras para comenzar a cimentar una difícil recuperación. Muchas de estas medidas son escasamente populares pero necesarias. Más allá de un claro recetario, Rajoy debe poner a su formación a disposición de la Cámara para la reedición de un pacto de Estado, dando una medida de estadista y no de dirigente de una formación política. Si estuviera en mi mano, mi apuesta inmediata para la elaboración de las medidas urgentes contra la crisis incluiría las siguientes:
Reforma del mercado laboral como eje de todas las actividades. Un sistema como el actual genera empleo de alta volatilidad, sólo en los ciclos positivos, y acaba perjudicando al trabajador de más baja cualificación. Modelo único de contrato indefinido y con indemnizaciones crecientes en función de la antigüedad.
Reforma de la Administración pública, antigua, ineficiente y redundante.
Saneamiento del sistema financiero con una clara apuesta de la capitalización temporal de las entidades en problemas y devolución de la confianza a los mercados.
Cirugía de nuestro sistema de educación, obsoleto, asimétrico y alejado (Bolonia incluida) de las necesidades del mercado.
Apuesta por el desarrollo de un nuevo modelo de crecimiento basado en la innovación, la modernización de los sistemas productivos y la urgente diversificación de nuestros modelos productivos.
Recuperación de los valores del trabajo, la honradez, la sostenibilidad y la solidaridad social.
Fomento de la actividades creadoras de empresas como motor del empleo, la innovación y la generación de riqueza colectiva en nuestra sociedad.
Tenemos una oportunidad histórica de cambiar la tendencia a partir del debate del estado de la nación. Ojalá sea éste el comienzo de un nuevo contrato social.
Ignacio de la Vega. Profesor de IE Business School