La crisis ataca la salud y la confianza de los directivos
La negación, el estrés y los errores de comunicación dan al traste con una dirección ejemplar.
Una veintena de directivos, muchos de ellos viejos amigos, comparten esta mañana de abril mesa y mantel en el club financiero Génova. Hay café, fiambre, cruasanes y fruta, y el día es luminoso, pero un sentimiento de pesadumbre y miedo flota en el ambiente. Hace año y medio, estos mismos ejecutivos, bregados la mayoría en situaciones complicadas, se hubiesen mostrado exultantes y discutirían acalorados sobre liderazgo, talento, creatividad y oportunidad. Hablarían del futuro. Esta mañana, sin embargo, se les nota apesadumbrados, y conversan atropelladamente sobre las secuelas que la crisis dejará en su autoestima y su salud. Lo hacen sin complejos. Sabiendo que sus miedos son compartidos por cientos de colegas de todo el mundo.
'Todas las semanas entrevisto a media docena de profesionales, y la nota común es la falta de control', dice Ramón Bartolomé, cazatalentos de Heidrick & Struggles. 'Falta de control, pérdida de seguridad en sí mismos, sensación de injusticia con lo que les está ocurriendo y problemas de salud: desde insomnio hasta taquicardias', apostilla.
'Cuando el barco hace aguas el patrón se siente indefenso y es lógico que afloren sentimientos de pérdida: pena, tristeza, vergüenza y envidia', recuerda Ángel Puerta, psicólogo del grupo Luria. El experto está allí, convocado por Asepeyo y el responsable de Recursos Humanos del grupo Prisa, Rafael Cabarcos, para ayudar a estos profesionales a manejar el estrés - 'la ansiedad no se resuelve, se maneja', advierte el especialista- y orientar sus decisiones en momentos de incertidumbre como los actuales: 'Cuanto más tiempo nos quedemos anclados en la preocupación, en el ¿y si?, más difícil será recuperar la visión estratégica y auxiliar a nuestras organizaciones', recuerda Puerta. Su consejo: afrontar los problemas. Buscar lo que es salvable de la situación, planificar, tener expectativas realistas y, sobre todo, recurrir al sentido del humor.
Los errores más comunes son la falta de transparencia, la irritabilidad y la ausencia de atención y comunicación con los subordinados
Dice el manual del buen directivo que la primera misión del jefe es conocer a su equipo, identificar a los líderes, tomar decisiones y definir las reglas del juego. Pero eso era antes, cuando la economía iba sobre ruedas. Hoy en día, en plena debacle económica, el gestor no sólo manifiesta flaqueza física -fatiga, insomnio, jaqueca y un largo etcétera de síntomas físicos-, su coherencia profesional y aquellas cualidades que le atribuyen sobre el papel los teóricos del management -ejemplaridad, empatía, autogobierno y exigencia, por enumerar algunas- también se tambalean.
El director de orquesta peca, como cualquier mortal, y comete errores que pueden ser carta de defunción de la compañía: no son claros (46%), no motivan (44%), no comunican (32%), no escuchan (32%), se contradicen (31%), muestran incompetencia directiva (29%) y se estresan (27%). Es el resultado de una encuesta del Centro de Estudios Financieros, realizada a 4.000 empleados.
'Ninguna situación de crisis justifica una mala actuación. Tal vez lo que sucede es que no damos la talla', confiesa Tomás Pereda, responsable de Recursos Humanos de Hertz. 'En momentos como el actual es cuando realmente se ve la calidad profesional del directivo. Reconozcámoslo. En muchas ocasiones los colegas dejan de ser compañeros y la situación se torna de guerra ¿Quién delega ahora? ¿Quién se atreve a dejar de ser imprescindible en la compañía?', se pregunta Javier Perera, director de organización y Calidad de Enagás.
El sentido del humor como terapia
'Dos colegas se encuentran en el ascensor: '¿Qué tal todo?, interroga el primero. 'Bien... si no haces más preguntas, se defiende el segundo'. El sentido del humor es el mejor antídoto contra la crisis y la pérdida de empleo, propio o ajeno. Es la consigna de los psicólogos. La ironía ayuda a resolver, o paliar, los roces que afloran cuando uno teme el futuro: los cambios de humor y opinión y la agresividad. 'Hay que ocuparse de los problemas, no preocuparse por ellos', opina Ángel Puerta, psicólogo del grupo Luria. 'Y evitar comportamientos ineficaces'.El terapeuta también aconseja arroparse más que nunca por la familia, cuidar el aseo personal y la dieta, no abandonar el ejercicio físico y establecer límites horarios. 'Saliendo a las 12 de la noche todos los días no llegaremos a ninguna parte', insiste.Mariano Ballesteros, director general de Recursos Humanos y Asesoría Jurídica de Europcar, piensa que es el momento de aplicar el aforismo chino: crisis es igual a oportunidad. 'Hemos perdido los referentes, aceptémoslo. Pero tal vez sea el momento de buscar otros y demostrar de qué somos capaces en nuestro quehacer', reflexiona.Para Tomás Pereda, de Hertz, los más importante es 'seguir gestionado el talento que queda en la empresa'.A juicio de este profesional, puede darse la circunstancia de que, inmersos en los problemas diarios, nos olvidemos de la gente valiosa y ésta, abandonada, termine por marcharse también emocionalmente'.
Salvar los escollos
Ante la crisis, el hombre sigue unos patrones de comportamiento clásicos: negar, rechazar y afrontar. Los terapeutas aconsejan salvar rápidamente los escollos iniciales y hacer frente cuanto antes a los problemas para resolverlos.Las dificultades generan preocupación, indefensión y ansiedad. Y estas sensaciones llevan aparejadas síntomas físicos que pueden transformarse en problemas de salud: fatiga, dificultad para respirar, jaqueca, tensión muscular y taquicardias.La mejor terapia: ser realista, ver el lado positivo de las situaciones, planificar la resolución de los problemas y hacer uso del ingenio.