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Manuel Chaves

Mister Sudoku

El hasta ahora presidente de la Junta de Andalucía tiene ante sí el reto de cuadrar el 'sudoku autonómico'. Una tarea para un hombre de partido.

Mister Sudoku
Mister Sudoku

Quien se fue a Sevilla perdió su silla. Este refrán, proverbial en la mayoría de casos, no se cumple del todo en el caso de Manuel María Chaves González (Ceuta, 1945), Manolo para los amigos. Casi 20 años después, el histórico barón del PSOE ha vuelto a sentarse en el Consejo de Ministros. Aunque esta vez asume un reto mayúsculo: resolver lo que el ex vicepresidente Pedro Solbes dio en llamar el sudoku autonómico, esto es, el cuasi eterno asunto de la financiación. El nuevo vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial ya puede ir calentando motores para el baile que se le avecina.

Mucho ha llovido desde que Chaves fue ministro de Trabajo (1986-1990). Entonces el presidente era Felipe González, con quien mantiene la relación personal que más ha pesado en su vida -con permiso de las familiares-. Fue por lealtad a González que se mudó a Sevilla, donde ha admitido ahora al despedirse que ha pasado los años más felices y gratificantes de su vida. Esta vez ha sido Zapatero quien reclamó sus servicios y, una vez más, accedió a cambiar de vida. Y es que, como buen hijo de militar, lleva en los genes la disciplina, la lealtad y la fidelidad a sus valores.

La vida de este ceutí, sin embargo, no sólo ha transcurrido entre Madrid y Sevilla. Ya en los años 70, cuando acababa de ganar una plaza de profesor universitario, ofreció a su partido trasladarse siempre a donde pudiera ser más útil, según recuerdan personas de su entorno político. En aquella ocasión acabó en Bilbao, en donde dio clases, entre otros, a un jovencísimo Juan José Ibarretxe. Su etapa vasca le reportó tesoros como la amistad con el histórico Ramón Rubial y con Lalo López, padre del futuro lendakari, Patxi López.

Pero antes de iniciar su carrera política, Manolo Chaves ejerció de sindicalista -aunque se afilió en 1968 al PSOE y a UGT-. Y eso, dicen algunos, le marcó de por vida. Nicolás Redondo le incluyó en la ejecutiva confederal del sindicato. Desde allí participó activamente en la configuración del marco laboral de la transición. 'Formó parte de la comuna de UGT', recuerda Redondo. Ya entonces se labró fama de buen comensal. 'Chaves es una buena persona. Es entrañable, muy humano, tiene talante y no es nada retorcido. Por todo ello, era muy respetado en el mundo sindical', sentencia Redondo.

Fue precisamente con el mundo sindical con quien le tocó vivir una de las experiencias que más le han marcado. Eso sí: desde el otro lado de la mesa de negociación. Y es que Chaves era ministro de Trabajo cuando se convocó la huelga del 14-D en 1988. 'Se quedó muy impactado por lo que ocurrió', rememora Julián Ariza, uno de los altos dirigentes de CC OO de la época. 'Hizo un tremendo esfuerzo por lograr un acuerdo en materia laboral en 1989', que acabó concretándose al año siguiente.

Pero todo eso queda muy lejos. El tiempo ha pasado, y ahora Chaves mantiene una relación de total confianza con José Luis Rodríguez Zapatero, según aseguran algunos de sus amigos. Aunque la proverbial timidez y reserva de Manolo, que más de una vez puede confundirse con distancia o frialdad, determina su imagen, la mayoría le considera un hombre sencillo y agradable. Su amabilidad trasciende ideologías o compromisos. 'Le tengo muchísimo cariño', comenta Celia Villalobos, ex alcaldesa de Málaga antes de ser ministra con Aznar. 'Es un hombre muy tranquilo, a veces demasiado', sentencia entre risas.

Y la verdad es que la actitud tranquila es connatural en alguien con su particular manera de entender la vida: detesta los personalismos, busca el consenso y apuesta siempre sobre seguro, como se ha visto al ceder la Junta de Andalucía a José Antonio Griñán. Su moderación y disposición al diálogo es lo que siempre le ha reconocido el PSOE. Por eso, dicen, pilotó la transición entre Almunia y Zapatero. Pero aunque el partido es muy importante para él, hay otras cosas en la vida. Confiesa que le gustaría recorrer la India y volver a dar clases en la universidad, aunque sus responsabilidades se lo impiden.

Lector empedernido, dicen los que le conocen que le estresa pensar la cantidad de libros que le quedan por leer. Adora la novela negra, la histórica y los ensayos. El cine es otra de sus grandes pasiones y la cultiva intensamente. Y si pierde el Betis, no cena.

En el lado de las fobias, odia el bacalao, una manía que lo puso a prueba durante el tiempo que trabajó en Euskadi. Tras soportar estoicamente docenas de almuerzos de bienvenida organizados por sus compañeros de partido con este pescado como plato estrella, Chaves tuvo que confesar nada menos que en una circular interna que prefería otra oferta gastronómica.

Bacalao aparte, Manuel Chaves demostró en su momento que le gustaba la tortilla, y así quedó para la historia en la famosa foto del clan. Veremos en los próximos meses cómo lidia con los distintos platos regionales.

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