El FMI no es tan optimista como Obama
El Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntó ayer que esta recesión no se parece a las anteriores y será inusualmente larga y severa. E incluso resalta un preocupante paralelismo con la Gran Depresión del 29. El organismo internacional basa su aserto en que estamos viviendo el fruto de una perversa combinación: por un lado, una crisis financiera -que ha afectado a grandes bancos de varios países- y, por otra, una profunda debilidad económica de las principales áreas mundiales con un rápido contagio a los países emergentes.
Pero, a pesar de tan negros augurios, los mercados, instalados en un espíritu alcista, hicieron oídos sordos y continuaron con subidas generalizadas en todos los índices. Los inversores anduvieron ayer más pendientes de los buenos resultados de empresas como Nokia o JPMorgan que de los nubarrones del FMI.
En realidad, esta predicción de gravedad no supone una sorpresa y ya está descontada. Sin embargo, su vaticinio de que la recuperación será débil y lenta -habla de tres años y medio para recuperar el crecimiento- sí entra en discordancia con las recientes llamadas al optimismo apadrinadas por el presidente de EE UU, Barack Obama, y el de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Ambos lanzaron al unísono el pasado martes un mensaje moderado sobre la recuperación de la locomotora americana. Obama incluso habló de 'rayo de esperanza'.
Cabría pensar que las previsiones del FMI implican un jarro de agua fría sobre el discurso oficial del mandatario. Sin embargo, en el trasfondo del discurso del organismo hay un apoyo larvado a las tesis de Obama. La institución defendió ayer el gasto público como la solución más eficaz -por encima de la política monetaria- para salir de la negra perspectiva que él mismo ha trazado. Lo que implica en la práctica un espaldarazo a EE UU y el Reino Unido en su polémica con otros Gobiernos, en especial el francés y alemán, sobre la necesidad de lanzar planes de estímulo económico. Los anglosajones critican que el resto de los países se beneficien de sus esfuerzos económicos sin aportar su parte alícuota. Parece, pues, que el FMI ha tomado partido en el debate. Aunque, eso sí, exige a todos los Gobiernos por igual un mayor esfuerzo para coordinar las políticas monetarias, fiscales y financieras.
Y aquí sí es menester un sobreesfuerzo. En definitiva, cualquier medida -monetaria o fiscal- servirá de poco si no se estabiliza el sistema financiero y fluye el dinero hacia las empresas y las familias. Algo sobre lo que el FMI pasa de puntillas, aunque reconoce que la fortaleza de la recuperación será menor en las economías con mayor nivel de endeudamiento. Y España está en las cotas más altas del ranking. Quizá cuando el crédito haya vuelto a la normalidad, las medidas fiscales, y por supuesto las monetarias, tendrán una mayor efectividad que ahora y en ese momento sí que debe estimularse el gasto público.