Helicóptero Ben
En noviembre de 2002, Ben Bernanke, entonces vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, dio un discurso titulado Deflación, estén seguros de que no sucederá. En él plasmó sus miles de horas de estudio dedicadas, como economista académico, a la Gran Depresión y a la deflación. Los tipos de interés estaban muy próximos a cero y bromeó que si fuera necesario inundarían el país de billetes desde un helicóptero, utilizando el símil de Milton Friedman para explicar la ilusión monetaria, lo cual le valió su actual apodo.
Curiosidades de la vida, cuando le nombraron presidente de la Fed, Wall Street y los medios le acusaron de ser un teórico. Ahora, que ningún hombre práctico ha vivido una crisis igual, sólo la teoría y las buenas ideas salvarán al mundo. En medio de la incertidumbre que todo lo abarca y que paraliza las decisiones humanas hay un pequeño grupo de elegidos, capitaneados por su líder, que sigue tomando decisiones. Cometen errores, pero saben que la inacción llevará irremediablemente a la maldición de la depresión.
Tras la quiebra de Lehman Brothers, su mayor error, cruzaron el Rubicón de la heterodoxia e inundaron el sistema de liquidez para frenar la deflación de activos y el desplome de las Bolsas. El problema es que no pudieron vencer la trampa de la liquidez bancaria y todo el aumento de la base monetaria se quedó en las cuentas de los bancos en la propia Fed, por lo que no consiguieron su objetivo de aumentar la liquidez en manos de empresas y familias para reactivar la economía real.
Por esta razón, la Fed ha anunciado la pasada semana que comprará bonos del tesoro, titulizaciones y bonos de las agencias hipotecarias por valor de 1,2 billones de dólares, lo cual supondría incrementar un 150% la base monetaria, con respecto a su nivel previo a la quiebra de Lehman. Al comprar directamente en el mercado, puentean la trampa bancaria y reducirán el exceso de oferta de papel, luchando decididamente contra la deflación de activos, especialmente en el mercado de titulizaciones en el que monetizará la nada despreciable cifra de 750.000 millones de dólares.
De nuevo, la intervención es necesaria pero no suficiente. El mecanismo depresivo ya está activado y es necesario acabar con la restricción de crédito. Para ello es imprescindible que el sistema bancario tenga un nivel de capital y solvencia que le permita atender la demanda de crédito en condiciones de normalidad. El triunvirato Bernanke, Summers y Geithner sigue con complejos ideológicos al rehuir la nacionalización y mantiene una excesiva connivencia con Wall Street que puede acabar con el idilio de Obama con Main Street.
El problema es que ninguno de los tres es experto en asuntos bancarios, pero algunos expertos en estos temas tienen dudas razonables de que los grandes bancos americanos han perdido varias veces el capital y, de ser cierto, la solución privada que van a implantar es una nueva huida hacia adelante.
Aquellos que siguen dentro del mito de la caverna monetarista, incluido el Banco Central Europeo, están preocupados pensando que el mundo anda desbocado hacia un periodo inflacionista, pero Bernanke y sus hombres ya saben que la velocidad de circulación del dinero en Estados Unidos se ha desplomado un 50% desde el pasado verano, que el multiplicador financiero es inferior a la unidad y que el bancario está próxima a ella. Por lo tanto, el desproporcionado aumento de la base monetaria sólo evitará un desplome del dinero en circulación. La obsesión monetaria de Friedman sólo es cierta si la velocidad de circulación del dinero es estable. Por lo tanto, ¿aplaudiría el maestro los esfuerzos de uno de sus discípulos por mantener estable el crecimiento del dinero en circulación?
Los americanos ya han activado la política monetaria, la fiscal y la financiera y tan sólo les falta reflotar la solvencia de su sistema bancario para retomar una senda estable de crecimiento económico.
En Europa, el intento expansivo de la política monetaria y fiscal es ridículo y seguimos resolviendo la crisis bancaria caso a caso. Para colmo, el BCE sigue satanizando las titulizaciones, donde está el epicentro del credit crunch, y ha implantado con nocturnidad un modelo de valoración teórico que recorta en muchos casos el 50% de valor descontable de esas titulizaciones que están en manos de los bancos en sus subastas de liquidez. Querida y maltratada Europa, que oscuro se ve tu horizonte.
José C. Díez. Economista jefe de Intermoney