Demasiado tarde para llorar
El Gobierno francés se encuentra en apuros. Acaba de proponer un presupuesto para 2009 con un déficit que sobrepasa el 5% del PIB. Y la proyección llega al día siguiente de que la Comisión Europea lance formalmente un procedimiento de sanción contra los países de la eurozona con déficits presupuestarios que rebosen el límite del 3% impuesto por el Pacto de Estabilidad.
Resulta tentador, y fácil, reírse una vez más de la Comisión por dejar que la burocracia se entrometa en la realidad. No cabe duda de que una recesión sin precedentes necesita medidas sin precedentes, incluso la relajación de una estricta disciplina presupuestaria. Pero, por mucho que le hiera el orgullo a Francia verse en el mismo saco que Irlanda, España y Grecia -los otros tres miembros de la UE objetivo de la Comisión-, las sanciones son también un sano toque de atención para no dormirse. La crisis justifica ciertas excepciones temporales a las reglas de disciplina fiscal de la eurozona. Pero los franceses deben concentrarse en lo temporal tanto como en las excepciones.
Francia necesita sin duda un estímulo económico, y parece como si el Gobierno no se hubiese dado aún cuenta del todo de la urgencia de la situación. Se prevé que el PIB francés se contraiga un 2% este año, tras el irrisorio crecimiento del 0,7% en 2008. Se destruirán 300.000 empleos. Es cierto que Francia no ha sido tan golpeada como Alemania por el desplome global, pero eso es un magro consuelo: la economía francesa no está tan orientada a la exportación como la germana.
La realidad es que Francia siente debilidad por el déficit. No ha cuadrado su presupuesto ni una vez en los últimos 30 años, y la deuda pública está llegando al 70% del PIB. Eso le ha restado al Gobierno recursos para enfrentarse con más decisión a la actual crisis.
Hay causas estructurales a largo plazo que explican los continuos déficits. El caro sistema de pensiones francés y sus hinchadas nóminas públicas deberían haber sido abordados durante los años de bonanza, permitiendo así una rápida y decisiva reacción en las épocas de vacas flacas.
Lo preocupante es que el Gobierno no parece tener idea acerca de cómo podría volver a tener algún tipo de disciplina fiscal. Y a juzgar por la ausencia de cualquier plan para equilibrar las finanzas, tampoco muestra ninguna intención en hacerlo.
Pierre Briançon