La conjura de Bélgica
Los accionistas de Fortis, el banco belga-holandés al borde de la bancarrota, no lo entendieron: la nacionalización es siempre considerada como un castigo por parte de los accionistas. No se les tendría que haber pedido la opinión. Pero las peculiaridades de la ley belga han dado voz a los accionistas de Fortis, provocando un desastre legal y financiero sin precedentes.
Los accionistas decidieron votar el pasado miércoles contra la nacionalización parcial de su compañía por parte de los Gobiernos de Bélgica y Holanda. Acabaron así con la venta de los activos bancarios belgas a la francesa BNP Paribas, que estaba al caer. Ahora es prácticamente imposible predecir qué será de Fortis, aunque su futuro parece negro.
Los activos bancarios de Fortis tentaron a BNP, y hubiesen convertido al banco francés en el más grande de la eurozona en términos de depósitos. Pero bajo las condiciones del acuerdo, a las que accedió el banco con la esperanza de tranquilizar a los minoritarios, la adquisición no hubiese estimulado la atracción de capital, tal y como se preveía originalmente. El fracaso del trato es un buen problema para BNP.
El Gobierno holandés dice que conservará su parte de activos. Eso puede que provoque un chaparrón de juicios. Bélgica tiene ahora en sus manos un banco fallido -uno cuyos depósitos equivalen prácticamente al 75% de su PIB-. BNP Paribas ha mantenido la liquidez del banco desde la nacionalización parcial de octubre, tal y como establecía el acuerdo original. Pero cuando esa parte del pacto expire el próximo 28 de febrero, la responsabilidad volverá a recaer en Bruselas.
Bélgica, cuyo Gobierno ya está endeudado, necesita que el banco continúe funcionando. Les tocará pagar a los contribuyentes o el país deberá recurrir al BCE para suavizar el coste de la operación -y evitar un desastre fiscal aún mayor-.
Pero las autoridades belgas pueden al menos asegurarse de que los accionistas de Fortis se van con las manos vacías. Deberían ser ellos los que pagasen el precio de su ocurrencia. por Pierre Briançon
Un precio razonable
La OPEP está haciendo todo lo que puede para decir que el precio del petróleo vuelve a lo que ellos llaman un 'razonable' nivel de 75 dólares por barril. Algunos analistas esperan incluso que los precios del petróleo lo toquen a finales de año. Pero la idea de que esto sería una vuelta a la normalidad tiene poco sentido.El petróleo se negoció por debajo de 35 dólares de forma casi constante durante décadas hasta 2004. Tony Hayward, consejero delegado de la petrolera BP, dijo en un reciente conferencia que él recordaba cuando los 40 dólares cayeron como un 'fantástico' precio.¿Por qué utilizó Hayward ese superlativo? Porque no hace mucho 40 dólares estaba confortablemente por encima del precio de equilibrio a largo plazo al cual el suministro teóricamente se acercaba a la demanda. A finales de los noventa, las compañías petroleras negociaban con valoraciones que suponían un precio del petróleo a largo plazo de alrededor de 15 dólares el barril. Y en los primeros dos años del nuevo milenio, los analistas estimaron un precio a largo plazo de alrededor de 20 dólares por barril. Se elevó hasta sólo 25 dólares en 2004, cuando lo peor de la minicrisis había pasado holgadamente.Existen buenas razones para suponer que la cifra comparable es ahora más alta -quizá alrededor de 40 dólares, justo por debajo de su precio actual-. Primeramente, el precio del petróleo debe elevarse al ritmo de la inflación mundial, para que las cosas sigan igual. Asumiendo que era de 15 dólares en 1995, hoy debe ser de 21 dólares. Pero los costes de producción han subido también, y es el último, el barril más caro requerido para satisfacer la demanda que fija el precio para cada barril. Los productores cada vez perforan en zonas más difíciles, como el fondo marino o las arenas bituminosas. Para las arenas bituminosas, el coste de extraer un barril de petróleo es de 38 dólares, según las estimaciones de Shell, la petrolera angloholandesa. Los costes de transporte y el refinado se han incrementado también.Para los productores de petróleo, 40 dólares ya no es un precio fantástico. Los miembros de la OPEP tienen verdaderos problemas para equilibrar sus presupuestos a este nivel. Shell, mientras tanto, ha detenido planes de inversión cuyos retornos están basados en precios altos.Pero hacerse ilusiones no apuntala el precio del petróleo. En lo fundamental, hay poco para justificar la idea de que su equilibrio a largo plazo ha subido a 50 dólares en sólo cinco años. por Fiona Maharg-bravo