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Crisis financiera

Boyer ve inteligente que el Gobierno español no considere entrar en el capital de los bancos

El ex ministro de Economía, Hacienda y Comercio, Miguel Boyer, considera "inteligente" que el Gobierno español no haya considerado inyectar dinero público en el capital de los bancos, iniciativa que supone, a su parecer, un paso atrás en la división entre poder político y económico.

Boyer argumenta que la entrada del Estado en el capital de entidades es "una mala vía" para solucionar problemas, porque implica la intervención de funcionarios que no están preparados para la gestión bancaria.

Además acarrea inconvenientes a las entidades financieras a la hora de que el Gobierno decida salir del capital. "Significa una losa porque el Estado querrá salirse lo antes posible y va a pesar sobre el valor de esas instituciones financieras en qué momento vende sus participaciones el Estado", sostiene el economista en una entrevista a la revista 'Auditores' que recoge Europa Press.

Sobre las iniciativas de recapitalización llevadas a cabo por Estados Unidos, Boyer explica que han derivado de la complicación de aprobar el plan de rescate financiero y de la obligación del Gobierno del ex presidente George W. Bush de dar la sensación de que podía recuperar algo de lo perdido quedándose con acciones de los bancos.

No obstante, incide en que hubiera sido mejor que el Ejecutivo norteamericano hubiera adquirido activos tóxicos para limpiar los bancos y que éstos volvieran de forma más rápida a conceder créditos. "Mucho más importante que la compra de unos activos malos es que vuelva a existir crédito y el conjunto de la sociedad se beneficie de eso", asegura.

En este escenario, Boyer destaca que la banca española "tiene una solidez muy notable, comparable con los mejores" en prudencia, provisiones y ratios de capital", características que se han visto alimentadas por la supervisión del Banco de España y que "deberían extenderse" a los sistemas financieros de otros países.

Según sus previsiones, la economía española tocará fondo durante la segunda mitad de 2009, momento en que empezará una lenta recuperación que se acelerará en los dos años siguientes, aunque el sector inmobiliario no empezará a reactivarse hasta después de haber tocado fondo en 2011.

No obstante, el ex ministro socialista estima que no hay razones para que el dinamismo de la economía española decaiga, e incide en que no está tan apoyado como se cree en el sector del ladrillo, sino en las inversiones, del 31% del PIB, lo que supera la media tanto de la UE como de Estados Unidos.

"Es cierto que la construcción bajará su aportación al PIB en dos o tres puntos porcentuales y que no se contrarrestará por la actividad industrial, que en todas partes está a la baja, sino por el sector servicios", pronostica Boyer.

La culpa, de Greenspan

A su parecer, uno de los factores que desencadenaron la situación económica actual es la "laxa" política monetaria del ex presidente de la Reserva Federal estadounidense (Fed), Alan Greenspan, que debería haber subido los tipos de interés en 2004, pero no lo hizo "por razones políticas", en un momento en que el ex presidente Bush afrontaba su segunda candidatura al frente de la Casa Blanca.

Con este precio del dinero excesivamente bajo, la gente asumió riesgos extraordinarios, con altos endeudamientos, y luego se pincharon las burbujas inmobiliarias y la bursátil, crisis que afectó al sector bancario, que había asumido riesgos enormes en el sector inmobiliario americano, explica.

Para solucionar las turbulencias financieras se precisa, a su parecer, más política monetaria, evitar los apalancamientos excesivos que han prevalecido hasta ahora y llevar a cabo retoques en operaciones de productos derivados para que no se pierda la pista del riesgo asumido.

"Los productos derivados deben contar con una regulación específica que no quiso hacer Greenspan y han terminado por dañar a los bancos al saltarse la asunción de riesgos", subraya Boyer, para quien uno de los principales problemas es que no se ha respetado la diferencia entre la actividad de la banca comercial y la de inversión, que requiere una regulación más estricta.

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