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Tres millones de parados: cómo arreglamos esto

2008 termina con más de tres millones de parados, y nada hace pensar que, tal como van las cosas, no cerremos 2009 con una cifra inferior a los cuatro millones. ¿Cómo arreglamos esto? Las medidas puestas en marcha por el Gobierno son parches sin adherencia, y sólo quedan dos opciones: grandes inversiones en un modelo industrial nuevo y esperar unos cuantos años a que dé fruto, o admitir que necesitamos un gran pacto que controle los precios y los costes para recuperar la competitividad de los bienes y servicios que produce un modelo bastante agotado. Si no lo hacemos así, ajustando vía precio, habrá que hacerlo vía cantidad: destrucción masiva de empleo.

España era el país que más empleo creaba en el primer sexenio del siglo, con una economía anclada en la construccióin residencial y en la alargada sombra que sobre los servicios proyectaba tal actividad. Por cada casa que se iniciaba, y en España se han iniciado casi cinco millones de viviendas entre 2000 y 2006, cuatro empleos estaban garantizados entre los directos y los indirectos. Cuando la demanda de casas se ha frenado, sea por su carestía, la penalización de la financiación o la falta de ingresos regulares para costearlas, la construcción ha comenzado a escupir desempleo con una velocidad muy superior a la generación de empleo anterior.

Los datos de 2008 son para sonrojar a cuaqluiera. Pero los de diciembre son para asustarse de verdad: la Seguridad Social ha perdido en el mes 354.000 cotizantes en los 19 días hábiles del mes, a una media de 12.000 personas diarias, algo que no ha ocurrido nunca en una economía de las dimensiones de la española. A la crisis de la construcción se ha sumado la caída de la demanda de productos industriales global, y todos los sectores están ajustando su producción y con ella los factores productivos.

Las medidas aplicadas por el Gobierno son purita voluntad. Pero van poco más allá del parcheo coyuntural que en absoluto corregirán la situación. Los 8.000 millones de euros que se pondrán en manos de los ayuntamientos desde este mismo mes, un millón por cada corporación municipal, servirán en el mejor de los casos para sostener con mediana dignidad el empleo creado a mansalva por los municipios en los últimos años. Pero no dará la vuelta a la demanda ni a las cifras de desempleo, como asegura el presidente del Gobierno. Rodríguez Zapatero en un optimista compulsivo; y bien está ser optimista y transmitir tal estado de ánimo a la gente, pero no deben generarse expectativas que no estén sostentadas por la realidad. Pueden costar caras.

Gobierno, empresarios y sindicatos, así como el resto de agentes económicos, deben dar ya las luces largas. Deben mirar para el medio y largo plazo y plantear en serio cómo salimos de esta, cómo evitamos llegar a los cuatro millones de parados este año. Sólo hay, a mi modo de ver, dos opciones. La primera, echar dinero a espuertas en la actividad, siempre que vaya dirigido a apuestas industriales nuevas, y que tenga contrastada demanda en los próximos años, para trasformar el sistema productivo español. Pero dado que esto no es nada fácil ni intelectual ni financieramente hablando, habría que echar mano de la segunda opción: frenar el ajuste económico que se está haciendo vía cantidad (destrucción masiva de empleo) y poner los medios opara hacer el ajuste por la vía del precio.

Para ello precisamos un pacto de estabilización de la economía, en el que todo el mundo, pero sobre todo quienes toman las decisiones en las empresas cada día, se comprometan a congelar los precios (mérgenes) y los costes (salarios) durante al menos dos años para recuperar los niveles de competitividad de la economía.Y en pararlelo, una batería de reformas valientes que trasnformen los mercados españoles de bienes, servicios y factores, para que cuando llegue la recuperación el crecimiento potencial sea muy superior a aquel que sólo conserva el empleo. Si no lo hacemos así, nos lamentaremos y lo haremos durante una temporada larga, porque la recuperación será lenta, insatisfactoria y melancólica.

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