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Recuperación en 'J' o los riesgos del triple cero

Nadie discute a estas alturas de la vendimia que la economía mundial y la de esta humilde provincia hispana han entrado en recesión. Sólo persiste la duda acerca de si se asomará a la vertiginosa sima de la depresión, o del formato que dibujará la recuperación, que dependerá de cuándo se produzca.

La crisis de actividad que ha ocasionado el práctico solapso del sistema financiero, en el que sigue existiendo dinero a espuertas pero donde ha desaparecido la confianza para arriesgarlo, está buscando la salida con los mismos instrumentos que la provocaron: inyecciones monetarias a mansalva, con tipos de interés reales negativos, por el tiempo que sea necesario. Esta política económica basada en el dinero demasiado barato durante demasiado tiempo debe ser vigilada para que no vuelva a generar la inmensa bola de crédito sin contrapartidas reales que ha puesto a la banca contra las cuerdas, porque de la solvencia de la banca depende la solvencia de la economía.

Pero a esta política de tipos de interés cero nos ha llevado en todo el mundo, seguramente en Europa también, el hecho de que el crecimiento se haya acercado a cero, y con el permiso de una inflación de cero. Este triple cero es el motor que mueve (¿o paraliza?) a la economía japonesa desde 1991, cuyo ejemplo debe evitar el mundo en general y cada una de sus provincias en particular. Las características de los sistemas productivos y las constantes vitales de los agentes económicos no son iguales en Estados Unidos, China, Europa, la India o España que en Japón. Pero no hay que descartar del análisis la hipótesis de que la curva de la recuperación no se produzca en 'V', ni en 'U', ni en 'L', como estamos acostumbrados, sino en 'J' de Japón.

El triple cero tiene el riesgo de replicarse en cero consumo, cero inversión y cero riesgo. Pero en España los excesos han sido tantos en los últimos años, que su digestión será más lenta. A la apuesta monetaria y fiscal debe acompañar el Gobierno un órdago por las políticas de oferta, que siempre han demostrado ser mejores instrumentos para generar actividad sin inflación. Por tanto, reformas, reformas y reformas de los mercados de bienes, servicios y factores para que, cuando termine la sangría de este ciclo crítico, la economía esté en condiciones de estirar su crecimiento potencial, y buscar nichos de generación de riqueza en la industria y los servicios de alto valor añadido, y lo más lejos posible de actividades agotadas como la inversión residencial.

José Antonio Vega. Subdirector de Cinco Días

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