Un potente rayo de esperanza
Los ciudadanos estadounidenses han demostrado en las elecciones presidenciales que se puede ser optimista en medio de una recesión. El mensaje de cambio de Barack Obama ha ilusionado a los electores, como han demostrado la alta participación y la abrumadora victoria del candidato demócrata. La ilusión por el resultado electoral se ha contagiado a otros muchos países, donde la campaña y las elecciones se han seguido casi como propias. Entre ellos, España.
Este entusiasmo que ha despertado la futura Administración de Estados Unidos es un rayo de esperanza. La falta de liderazgo del Gobierno de George Bush ha mermado la capacidad de propuesta internacional de Estados Unidos, imprescindible para afrontar la recesión que se avecina. Obama puede recuperar ese liderazgo, tanto en el ámbito mundial como en el nacional, tanto en el ámbito político como en el económico. Pero para ello ha de salir airoso en el reto de transformar la esperanza en confianza. Sería su primer gran éxito y la mejor de las noticias. Para salir de una crisis, el componente subjetivo es uno de los principales motores, y si un cambio puede contribuir a mejorar la actividad, con más razón lo hará uno tan rotundo como el del martes.
Pero no basta con confianza e ilusión. Cuando el 20 de enero tome posesión, Obama se enfrentará a la peor crisis financiera desde hace casi un siglo, como reconoció en su discurso tras confirmarse su victoria. Sin embargo, dos meses son mucho tiempo en una situación en que los acontecimientos económicos se suceden con gran rapidez. Es necesario que el nuevo presidente trabaje, aunque sea en la sombra, de forma integrada con la actual Administración. Y esto es más relevante de cara a la cumbre del 15 de noviembre, en la que se tratará la reforma del sistema económico mundial. En este sentido, también cabe esperar de la nueva Administración mayor sensibilidad con España que la demostrada por la saliente.
Igualmente, es imprescindible que Obama tenga preparado el segundo plan de reactivación económica, que ha anunciado durante la campaña y que debería presentar en los primeros días de su mandato. Ha prometido una inyección de inversión en infraestructuras y una reforma hipotecaria. Este plan es prioritario, sobre todo si los responsables económicos del Gobierno demócrata quieren apuntalar ese optimismo surgido de las urnas. Pero no es el único desafío económico. En el programa demócrata se han incluido la rebaja impositiva a la clase media y dotar al país de una cobertura sanitaria acorde con su poderío económico -una buena parte de la población no tiene seguro médico-. Y ha de compaginarlo con el necesario recorte de sus descomunales déficit fiscal y por cuenta corriente, dos males que están en el fondo de la profunda crisis económica.
Los demócratas han aumentado su presencia en la Cámara de Representantes y en el Senado, pero no han podido romper la minoría de bloqueo de los republicanos en esta última. Aunque sus mayorías facilitan a Obama la aprobación de importantes reformas legislativas, estará obligado a negociar. Tanto dentro como fuera de Estados Unidos.