El cuerpo del delito
Da un poco de miedo entrar, pero merece mucho la pena. Si se hace por la puerta principal, desde la plaza Polaert, el visitante se topa con el primer guiño cómplice de la inenarrable experiencia que va a vivir. Una celda que invierte el concepto de castigo y libertad. El preso voluntario paga por estar encerrado. Y la puerta no se abre hasta que no se agoten las monedas depositadas.
La instalación, de Leo Copers,forma parte de la excelente exposición de arte contemporáneo "Corpus Delicti" que hasta el 21 de noviembre (de lunes a sábado, de 9 de la mañana a 5 de la tarde) dialoga con los inmensos corredores y apabullantes salas del Palacio de Justicia de Bruselas. La muestra permite al mismo tiempo perderse por los 26.000 metros cuadrados del edificio y descubrir algunas de las obras de artistas belgas contemporáneos con renombre internacional. Panamarenko, Wim Delvoye, Berlinde de Bruyckere o Jan Fabre participan en un juego que oscila entre la ironía y la amargura.
En estos tiempos de Guantánamo y Abuh Grahib, de suspensión del habeas corpus y de tortura legal, la figura sin rostro de Tristan, de Sophie Muller, o el tortuoso baile Couple dansant (pareja danzando), de Michel Huisman, evocan la cara más siniestra de la negación de justicia.
Por suerte, el comisario de la exposición, Flor Bex, antiguo director del museo de arte contemporáneo de Amberes, también ha incluido respiros de humor que alivian la tensión. Como ese Fitness Addiction, de Pascal Bernier, en el quizá se sientan retratados los jueces y abogados que tras los ejercicios dialécticos de la sala se desfogan en el gimnasio.