Atracón de confianza
Washington Mutual (WaMu), la mayor caja de ahorros de EE UU, se sumó el viernes a la lista de quiebras, empujada por la fuga de depósitos producto del miedo de los impositores. Sus activos han sido adquiridos por JP Morgan, el mismo que compró a precio de saldo la primera gran víctima, Bear Stearns, y que sigue engordando con esta crisis. Gracias a ella ya se ha convertido en el primer banco de EE UU por depósitos y el segundo en sucursales.
Otro en el disparadero es Wachovia. A este banco estadounidense se le ha indigestado el Golden West Financial, que compró en 2006. Así que busca una salida ante la eventualidad de quedar sin oxígeno si no recibe antes la asistencia de la operación de rescate promovida por las autoridades de EE UU. Como bomberos de Wachovia, y posibles socios para una fusión, suenan Citigroup, Wells Fargo y el Grupo Santander. Wachovia puede ser la siguiente víctima de esta crisis.
Eso, con el permiso del hipotecario británico Bradford & Bingley (B&B). Otro banco afectado por la crisis crediticia que va a ser nacionalizado. Para ello, el Tesoro británico recurrirá a la legislación aprobada a principios de año para pasar a manos estatales el Northern Rock. Sería la segunda nacionalización del Gobierno Laborista de Gordon Brown en poco tiempo. Y eso a los pocos días de empujar a Lloyds para que comprase HBOS. B&B sería vendido de inmediato, si se encuentra un comprador. Entre los que suenan en este instante están el HSBC y el Barclays (que se negó a entrar en el quebrado Lehman Brothers) y…, cómo no, de nuevo el Grupo Santander.
El Grupo Santander (que tiene una cuarta parte de Sovereign en EE UU y controla el Abbey en Reino Unido, donde acaba de cerrar la compra de Alliance & Leicester) aparece como importante en todas las quinielas importantes. El refrendo de que prevé ganar 10.000 millones de euros este año, a pesar de la crisis, excita su protagonismo. Fiel a su estilo, heredado y desarrollado, el líder de la banca española será prudente y, en caso de dar pasos, afinará sus objetivos. No obstante, nadie es inmune al error.
El Banco de España ha hecho un gran trabajo al exigir a las entidades españolas estrictos sistemas de protección. Pero de ahí al sentimiento de que por eso “aquí no va a llegar” hay un abismo. El presidente del Gobierno ha presumido recientemente en EE UU de la fortaleza de la banca española. Con la que está cayendo, seguramente no era el mejor sitio para lucir el impermeable, pero es cierto en gran parte. Como cada vez que se le ofrece la oportunidad en los últimos días, este fin de semana ha insistido en Valencia: “Tenemos un sistema financiero sólido, hay problemas en los bancos de todo el mundo y aquí aguantan porque se ha hecho una política de control”. Vale.
Sin embargo, hay que evitar ya es ese aroma a inmunidad. Algunas cajas de ahorros españolas se han implicado seriamente en el sector inmobiliario durante todo el boom y sus cuentas de resultados lo van a notar. Algunos bancos, igualmente, lo han hecho mejor que otros. Nadie desea sorpresas desagradables. De hecho, que la agencia de calificación de riesgos Fitch, una de las grandes, acaba de decir que "tanto la economía española como el mercado de la vivienda han experimentado una ralentización que es más abrupta de lo que se anticipaba inicialmente, mientras que persisten las tensiones financieras" y destaca que el sistema financiero español en su conjunto tiene recursos para absorber el deterioro de la calidad de activos a través de las ganancias de la red de sucursales, a lo que se suman los requisitos de provisiones establecidos por el Banco de España, y su adecuada solvencia. Pero lo hace después de rebajar la calificación a cinco cajas de ahorros españolas.
No es que este tipo de agencias tenga demasiada credibilidad últimamente. Pero la caída de una sola entidad liberaría un infeccioso virus de desconfianza, y entonces lo de menos sería constatar que han fallado las vacunas.