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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más austeros que realistas

El Gobierno ha calificado de rigurosos y austeros los Presupuestos Generales del Estado para 2009 con los que afrontará una de las crisis más duras de las últimas décadas. El vicepresidente, Pedro Solbes, asegura que se han elaborado con realismo; pero la credibilidad y el rigor de las cuentas públicas es inversamente proporcional a las dudas que genera el cuadro macroeconómico sobre el que se sustentan. Y el presentado el viernes despierta muchas: la economía crecerá el próximo año un 1%, según el Ejecutivo, gracias a un segundo semestre con recuperación. Es una estimación optimista si se cuenta con que ahora la actividad está estancada, y que prácticamente ni uno solo de los analistas macroeconómicos da avances generosos para 2009. Los 14 servicios de estudios que aportan sus estimaciones al consenso de Funcas vaticinan que el PIB de 2009 apenas aumentará un 0,3%. Es decir, una tercera parte de lo previsto por el Gobierno.

Ese exceso de optimismo oficial también aparece en otras magnitudes, como en el crecimiento de la inversión privada, especialmente la de bienes de equipo. Las dificultades de financiación generadas por la crisis de liquidez internacional suponen la mayor cortapisa al consumo y la inversión, y de continuar las restricciones de crédito será difícil que se produzca un aumento de la inversión en los próximos meses.

Por tanto, cuesta aceptar que estos Presupuestos sean tan rigurosos como defiende Pedro Solbes. Por contra, sí se puede concluir que cumplen con la premisa de austeridad, algo que se pone de manifiesto en que el gasto crecerá unas décimas por debajo del PIB nominal. Para conseguirlo, todos los ministerios se someterán a una cura de adelgazamiento que aporta un ahorro de 1.770 millones respecto a las cuentas presentadas en julio, cuando las Cortes aprobaron el techo de gasto.

Afortunadamente, los recortes han sido selectivos -centrados en gastos corrientes- y han aumentado los fondos dedicados a infraestructuras e I+D+i, así como el gasto en desempleo, garantizado por la legislación. Son inversiones imprescindibles por su carácter anticíclico y dinamizador de la economía y contribuyen además a mejorar la competitividad. Pero los incrementos de estas partidas distan de otros ejercicios y es precisamente en ellas donde el esfuerzo debería ser mucho más generoso. Después de todo, las políticas keynesianas son una buena receta en tiempos de crisis.

La apuesta de inversión es muy conservadora, muy poco ambiciosa, pero consistente con un déficit fiscal esperado del 1,5% que no deja muchas más alternativas. Subyace en las cuentas presentadas el temor a que un deterioro mayor de la economía lleve el desequilibrio financiero más allá de lo permitido por Bruselas, lo que obligaría a un ulterior recorte de los gastos.

Las cuentas de 2009 estarán muy condicionadas por las de este año, para el que el Gobierno mantiene también un déficit del 1,6%, ya desbordado hoy, así como por aquellas que no controla Hacienda, las de las Administraciones periféricas, muy poco celosas del rigor, sobre todo cuando está pendiente un nuevo sistema de financiación que puede colocar de nuevo los contadores a cero para corregir todas las desviaciones.

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