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Tribuna
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Cuando ser patata importa

Las cosas no siempre son lo que parecen y eso puede tener consecuencias legales, según el autor, que analiza el juicio que dilucidó si las Pringles son patatas fritas y reflexiona sobre la bondad de siste-mas, como los registros, que certifican la autenticidad de las cosas

Nos gustan las cosas notorias porque nos dan seguridad. ¿Qué es un hecho notorio? Legalmente se considera que es aquel que es conocido por todos. Pero a veces lo que parece ser notorio resulta que no lo es ¿Es notoria la titularidad de un derecho? Parece que sí. Mi vecino me parece notoriamente dueño de su coche y de su casa porque cada mañana sale de una vivienda a la vista de todos y a la vista de todos arranca un coche aparcado en la calle. Cuando cae la tarde regresa con el mismo vehículo, lo aparca si tiene suerte en el mismo sitio y abre con una llave la puerta de la misma vivienda de donde salió por la mañana. O sea, mi vecino es poseedor notorio de esos bienes y a mí me parece que es su dueño.

Una patata frita de bolsa, una crisp, también parece ser una patata frita, saber a patata frita y venderse como patatas frita, o sea, es notoriamente una patata frita si además aparece impreso en la bolsa que se trata de una bolsa de crisps o patatas fritas. Parece una tontería plantearse que una crisp no sea una crisp y que mi vecino no sea dueño de su casa. Una tontería notoria. Pero ni lo uno ni lo otro lo son porque mi vecino puede no ser dueño, sino arrendatario, usuario, habitacionista y meramente precarista y una crisp puede no ser una crisp en absoluto, como ha sentenciado en julio la High Court de Londres.

Pero vamos a ver, si mi vecino ocupa su casa sin ser dueño y la crisp sabe a crisp aunque no sea una crisp, ¿qué importancia tiene este trabalenguas? Pues mucha. Porque si mi vecino no es dueño no puede vender, hipotecar ni puede responder con el piso de las deudas en las que incurra. Y si eso no se puede saber rápido, de forma barata y segura, probablemente podamos perder mucho tiempo y dinero en comprobar que no lo es si pretende hacerse pasar por dueño o queremos aceptar la casa como garantía o comprársela para ampliar el salón. El mismo tiempo y dinero que perderá el verdadero dueño para demostrar que sí lo es y no mi vecino si éste no quiere devolverle la vivienda cuando deba hacerlo, por haber expirado el plazo del alquiler, por ejemplo.

Bien, eso está claro. Una casa es notoriamente más importante que una crisp, podríamos pensar sin entender donde quiere llegar este artículo. Qué más da que una crisp sea o no una crisp si parece crisp y sabe a crisp. Bueno, puede ser así de simple para la mayoría de los mortales, pero no para Procter & Gamble, fabricante de las famosas Pringles (500 millones de libras al año en ventas solo en Gran Bretaña), quien fue demandada por un competidor, HMRC, fabricante de auténticas crisp de patata, por entender que Procter & Gamble eludía de forma ilegal el VAT (nuestro IVA) del 17,5% que le corresponde a los productos hechos de patata. El tribunal fiscal dio la razón a los demandantes estimando que las Pringles son snacks de patata, o sea, crisps, y que deben pagar el VAT del 17,5%.

Sin embargo, los demandados alegaron ante la High Court que las pringles tienen una forma regular que no se da en la naturaleza, un color uniforme, una textura y un sabor diferente a los crisps, por lo que no se las podía considerar crisps. Más aún, las Pringles no se venden en bolsas sino en tubos y ni siquiera están hechas de patata, por lo que no son patatas y no se les debe aplicar el VAT de las patatas. La High Court de Londres ya se ha visto anteriormente envuelta en otros litigios semejantes, como cuando sentenció a instancias de McVities que los Jaffa Biscuits eran cakes y no biscuits. Tras sesudos debates de carácter casi metafísico sobre cuando una cosa es una cosa y no otra diferente, el 9 de julio los altos jueces le dieron la razón a Procter & Gamble: había evidencias científicas de que las pringles estaban hechas de harina de patata sólo en un 42%.

Pocas veces juicios históricos como éste nos ponen delante la fatal evidencia de que lo notorio a veces no lo es tanto. Piense en ello, querido lector, la próxima vez que abra una bolsa de crisps o se cruce con su vecino en el rellano.

José Antonio Miquel Silvestre. Registrador de la propiedad

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