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CincoSentidos

Cultura y deporte en el Londres austral

Fórmula 1, golf, motociclismo o tenis ponen cada año a Melbourne en los televisores de todo el mundo. Pero esta ciudad, con gran calidad de vida, también quiere brillar en el arte

Como Madrid y Barcelona, Sídney y Melbourne rivalizan por ser el motor cultural, turístico y económico de Australia. Hace décadas, desde los setenta, que Melbourne ha cedido a Sydney el puesto de ser la ciudad más conocida internacionalmente, el centro de la mirada de los turistas que quieren viajar a Australia. Los Juegos Olímpicos, en Melbourne en 1956 y en Sídney en 2000, reflejan ese cambio de tendencia. Pero, frente al icono universal de la Casa de la âpera de Sydney, Melbourne ofrece personalidad al visitante.

La primera particularidad de la ciudad es que, aunque está en la costa, le da la espalda al mar. En el litoral sólo brilla un barrio, Saint Kilda, el pequeño Saint Tropez local. La segunda peculiaridad, que no es una urbe, sino 30 municipalidades unidas (gobernadas histórica y mayoritariamente por los laboristas) que suman casi cuatro millones de habitantes. A diferencia de Sídney, su city, o el corazón local, no se distribuye alrededor de la bahía que la bordea. La metrópolis ha ido creciendo hacia el interior a la forma australiana: grandes extensiones de confortables casas bajas con jardín delantero y trasero donde triunfan las barbacoas.

El centro histórico (67.000 habitantes) combina rascacielos con edificios victorianos -tras Londres es la ciudad del mundo con más construcciones de esa época- donde los melbournianos trabajan pero no viven. De la estación de Flinders (1854), la más antigua de toda Australia, surgen los miles de trabajadores que se desplazan a la city cada mañana. Frente a la estación, la plaza de la Federación -con un vanguardista complejo de tiendas y galerías de color ocre que evocan el desierto australiano- rivaliza desde su joven belleza. Fue inaugurada en 2001, año del primer centenario de la Federación del país, del que la ciudad fue capital hasta 1927. En su interior destaca el Centro Ian Potter, el mayor museo de arte nativo.

A pesar de encontrarse a más de 16.000 kilómetros de ciudades como París o Nueva York, Melbourne se encuentra en el elitista circuito internacional del arte y de la cultura. Su principal museo: la Galería Nacional de Victoria, que organiza cada año una exposición de obras maestras de los mejores pintores de la historia. Festivales de arte y de cine, videoarte o ballet se unen a los teatros y museos para convertir a la ciudad en el centro cultural del país, según los propios australianos.

El esplendor artístico se combina con lo independiente y lo experimental en la zona de Carlton y Fiztroy, dos distritos al norte. La cercanía de las dos universidades de la ciudad convierten a la calle Brunswick en un escaparate de lo más trendy, lo más a la moda, en todos los aspectos. Tiendas, cafeterías, librerías, pubs y clubs nocturnos se intercalan a lo largo de la calle. A cualquier hora hay movimiento, incluso para entrar a una librería a las 11 de la noche.

Paralela a Brunswick, la calle Lygon es la espina dorsal de Carlton, el barrio históricamente italiano. Todavía el idioma que aprendieron en Lazio, Umbría o Calabria acompaña a los más mayores sentados a las puertas de restaurantes y pizzerías. Un capuchino aquí, es un verdadero café espumoso, como la tradición manda. Todo es verdadero, auténtico, cocinado con los ingredientes traídos desde Italia o elaborados de forma similar. Pero no es sólo el caso de los italianos. Australia es un país de inmigrantes, la tierra de las oportunidades para los que venían a ocupar este inmenso continente (tan grande como Europa) solamente poblado por unos miles de aborígenes a finales del siglo XVIII.

Melbourne fue fundada en 1835 por británicos asentados en Tasmania y desde ese momento se convirtió en lugar de inmigración. La fiebre del oro del Estado de Victoria, a finales del XIX, llegó a convertir a Melbourne en el Londres austral, un polo que atraía a miles de hijos empobrecidos del Imperio británico. Tras la Segunda Guerra Mundial llegarían los yugoslavos, holandeses, alemanes y chinos. Después sería el turno de libaneses, italianos y griegos. Finalmente los indios, paquistaníes y asiáticos de Corea, Vietnam o Filipinas se han sumado a la mezcla, con sus visibles restaurantes.

Los inmigrantes son los que han construido esta ciudad en la búsqueda de la tierra de las oportunidades y del bienestar. Y lo han conseguido. Desde hace varios años, Melbourne encabeza, junto a Vancouver, la clasificación de la revista The Economist como la ciudad con más calidad de vida del mundo. Dentro de este bienestar, disfrutar del deporte es inherente al ciudadano local. Viven para el deporte, para practicarlo en los numerosos parques y para verlo por televisión. El criquet y el fútbol australiano (footy) son los reyes y Melbourne la cantera de los mejores equipos. Además, en la epopeya australiana de los éxitos olímpicos (cuartos en el medallero de Atenas), Melbourne es el centro.

Y es que es la única ciudad del mundo con un grand slam de tenis, sendos grand prix de Fórmula 1 y de motociclismo, torneos de golf, de hípica, además de acoger las finales de los deportes nacionales: footy, rugby y criquet.

Guía práctica

Cómo ir. La agencia Australia Alternativa (91 429 84 30) busca los mejores precios para viajar hasta la ciudad. En temporada alta los vuelos pueden ir desde los 1.105 euros de Singapore Airlines a los 1.818 de Air Tahití Nui. Con la aerolínea local Qantas Airways se puede llegar por 1.180 euros. Una vez en el país, los vuelos internos más baratos son los de Virgin.Comer. La inmigración ha convertido la cocina de la ciudad en un plato muy variado. Al norte, en Carlton, restaurantes italianos. En la calle Lygon se pueden encontrar los aromas y sabores de la comida libanesa. Y en plena city, en Chinatown, los mejores precios para una cena china. La calle Victoria es como viajar a Vietnam y en Johnston se atreven con las tapas españolas.

Visitas. Recomendaciones dentro de la ciudad: un crucero por el Yarra, el río local; el mercado Queen Victoria para comprar souvenirs aborígenes; el Real Jardín Botánico; el Museo de la Inmigración, para comprender la historia de la urbe; Saint Kilda, la playa urbana, con pubs y restaurantes de moda y un parque de atracciones; las calles Chapel y Greville, donde encontrar las tiendas de ropa de diseñadores australianos y las marcas más exclusivas, y Williamstown, con edificios de época de los orígenes de la ciudad.

Alrededores. Cinco visitas en el Estado de Victoria, del que Melbourne es la capital: Phillip Island, para ver la llegada de los pingüinos hasta la playa al anochecer; Great Ocean Road, una espectacular carretera costera, paraíso para los surfistas; los Doce Apóstoles, unas torres de piedra caliza en la costa; el Valle del río Yarra, cuna de los mejores vinos australianos; y la reserva de Healesville para ver animales únicos del país: koalas, canguros, ornitorrincos, dingos y diablos de Tasmania, entre otros.

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