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Unión monetaria

España mantendrá su peso en el BCE tras la ampliación

La inminente adhesión de Eslovaquia a la zona euro puede provocar que algún país pierda su puesto en Fráncfort, pero España tiene garantizado para una larga temporada su derecho a voto en el Consejo de Gobierno del BCE.

El pasado 7 de agosto, el gobernador del Banco Nacional de Eslovaquia asistió por primera vez, aunque en esta ocasión sólo en calidad de oyente, a la reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), el órgano encargado de fijar los tipos de interés de la zona euro.

La presencia del eslovaco, anticipo del ingreso de su país en la Unión Monetaria el próximo 1 de enero, eleva a 16 el número de gobernadores que se darán cita todos los meses en Fráncfort.

Un umbral que, según los estatutos del BCE, puede desencadenar la rotación del derecho de voto entre países para no sobrecargar las estructuras de mando de la entidad.

'Cuando la zona euro tenga más de 15 países, el número de gobernadores nacionales con derecho a voto quedará restringido a 15', señalan esos estatutos.

Para decidir qué gobernadores se quedan sin voto, los países se dividirán en dos grupos en función de su producto interior bruto y del peso de su sector financiero. Los cinco mayores, según esos criterios, tendrán el voto garantizado hasta que la zona euro cuente con 19 socios. Con las previsiones actuales, esa cifra no se alcanzará hasta bien entrada la próxima década. Eso permitirá a España, que con toda probabilidad debe encuadrarse en dicho grupo estable, mantener durante varios años el derecho de voto de su gobernador.

Sin embargo, para alguno de los 11 países restantes, el próximo 1 de enero puede suponer la pérdida temporal de su derecho a pronunciarse sobre una decisión tan trascendental para sus economías nacionales como es la evolución del precio del dinero. Fuentes del BCE insisten en que los gobernadores no acuden a Fráncfort en representación de un país, sino a título personal e independiente.

Pero esa explicación técnica difícilmente amortiguará el revuelo en la opinión pública del país que pierda su voz.

Rotación selectiva

Basta recordar el reciente referéndum de Irlanda sobre el Tratado de Lisboa, donde la posible pérdida de un puesto en la Comisión Europea impulsó la victoriosa campaña de los partidarios del 'No'. Y eso que en la CE la rotación sería igualitaria entre países grandes y pequeños y no antes de 2014.

En el BCE, la rotación es selectiva para garantizar que la mayor parte del PIB de la zona euro siempre esté representada en las reuniones que se celebren en Fráncfort.

No obstante, la racionalidad de ese método probablemente no evite la suspicacia de unos países que pueden sentirse discriminados en razón de su tamaño. La sensibilidad puede exacerbarse, ya que las decisiones del banco emisor tienen una repercusión contante y sonante en los bolsillos de los ciudadanos.

Por ese motivo, algunas fuentes creen que el BCE aplazará la explosiva rotación hasta que la zona euro cuente con 19 miembros. La decisión, que debería tomarse antes de final de año, dejaría sitio para tres gobernadores más antes de reducir definitivamente la cifra a sólo 15 votos.

El Eurogrupo quiere que siga Juncker

Jean-Claude Juncker parece el único candidato a sucederse a sí mismo al frente del consejo de ministros de Economía de la zona euro. El mandato del actual ministro luxemburgués expira el próximo 31 de diciembre y las quinielas comunitarias situaban a Juncker después de esa fecha como presidente de la Unión Europea. Pero la creación de ese nuevo cargo, prevista para el 1 de enero de 2009, ha quedado aplazada indefinidamente a raíz del No de Irlanda al Tratado de Lisboa. Esa incertidumbre ha vuelto a colocar a Juncker en una casilla en la que lleva ya cuatro años.Fuentes del Eurogrupo aseguran que el luxemburgués cuenta con los apoyos necesarios para seguir como presidente. Según esas fuentes, los colegas de Juncker valoran especialmente su veteranía (lleva casi 20 años de ministro de economía) y su capacidad de comunicación. A esas cualidades, Juncker suma su condición de primer ministro lo que, en tiempos de turbulencias financieras, le otorga una teórica garantía de continuidad. Nadie más en el Eurogrupo dispone de ese blindaje contra la crisis.

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