La inflación como síntoma
El Instituto Nacional de Estadística (INE) dio ayer carta de naturaleza al pronosticado nuevo repunte de la inflación. Según el avance del organismo público, los precios en julio se colocaron en el 5,3%, la cifra más elevada desde que se inauguró la serie, en 1997. Este nefasto dato de inflación vino acompañado por el nuevo máximo del euríbor y otra escalada del déficit corriente.
Desafortunadamente, este rosario de malas noticias económicas se está convirtiendo en moneda de uso común en los últimos meses. Pero lo más preocupante es que las perspectivas que se dibujan para el retorno de agosto no son mejores. Tanto a nivel internacional como nacional.
En el plano internacional, continúan sin despejarse los dos grandes detonantes de la crisis actual: los problemas financieros derivados de la crisis subprime y el elevado precio del petróleo. El reciente informe sobre estabilidad financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) hacía una seria advertencia respecto a los riesgos del sistema financiero mundial, debido a que se estaban retroalimentando con las crecientes dificultades de la economía real.
La evolución del precio del crudo es, a fuerza de ser optimistas, la buena noticia de las últimas semanas. La cotización del Brent ha caído alrededor de diez dólares y algunos expertos se atreven a aventurar que esa tendencia seguirá y que el precio puede volver a los 100 dólares. En cualquier caso, la testaruda realidad es que continúa claramente por encima de los 120 dólares, cayendo como una pesada losa sobre la inflación en todo el mundo.
Este cóctel, los problemas de financiación y el precio del crudo, tiene en España algún ingrediente más. El más evidente es que el estancamiento, con los datos del Banco de España en la mano, ya no es sólo una sensación. Todo apunta a que el tercer trimestre del año será algo mejor, debido al tradicional tirón del negocio turístico, y a que en el cuarto trimestre y en gran parte del año próximo la economía española volverá a presentar un débil comportamiento, con un gran damnificado: el empleo. De hecho, esta misma semana, el vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes, manifestaba que una de las hipótesis de trabajo de su equipo es que la economía crezca en los próximos trimestres a una tasa muy próxima a cero.
Un notable ejercicio de realismo. Y necesario, porque el Gobierno tiene que seguir trabajando en plantear nuevas medidas y desarrollar las que ya ha anunciado para lograr que, tras el aterrizaje forzoso, la economía pueda remontar el vuelo lo antes posible.
¿Cómo hacerlo? Una línea de actuación básica es trabajar en dotar de liquidez a las empresas. Especialmente a las pequeñas y medianas, que empiezan a experimentar cómo las tensiones de la financiación les imposibilita mantener la actividad. Y que ese deterioro de la actividad hace que sus balances no sean creíbles para las entidades de crédito que hasta hace pocos meses les aportaban el oxígeno financiero imprescindible para mantener el aliento. Una dramática espiral que debería tratar de cortarse antes de que acabe por colapsar a gran parte del tejido empresarial español. Posibilidades e instrumentos hay.