Cuando los hados se conjuran
Hay jornadas, de esas para olvidar, en las que parece que los hados se conjuran y para que la caída de las Bolsas sea irremediable. Ayer fue uno de esos días. Hubo de todo y para todos.
El sector bancario se desplomó después de que Goldman Sachs y Sandford C. Bernstein rebajaran sus previsiones para Citi y Merrill Lynch, dos de los principales bancos de inversión estadounidenses. El precio del petróleo volvió a dispararse afectado por la depreciación del dólar y por la posibilidad de que Libia recorte la producción de crudo. General Motors se hundió en Bolsa, de nuevo porque Goldman rebajó sus expectativas para el fabricante de automóviles, y Oracle presentó unos resultados decepcionantes que no pasaron desapercibidos a los inversores. En Europa, Fortis anunció una ampliación de capital de 1.500 millones de euros y suprimió el pago de dividendo.
El resultado, previsible, fue un nuevo brote de nerviosismo en los mercados que tumbó los índices.
¿Realmente ha cambiado tanto la situación de un día para otro? No hacía ni 24 horas que la Reserva Federal mantenía los tipos al 2% y afirmaba que la actividad económica continúa expandiéndose, dando a entender que las subidas de tipos, por el momento, han finalizado.
El problema es que ayer salieron tocados grandes pilares de la economía estadounidense: los bancos y los fabricantes de automóviles. Y en ambos casos, lo que preocupa a los analistas es que se les acaba el dinero. Que van a tener que recapitalizar las compañías si persisten las pérdidas por las subprime, en el primer caso, y por el alza del petróleo, en el segundo. Pero dinero es precisamente lo que falta en el mercado. Bueno, dinero hay pero los bancos siguen sin prestarlo, y la situación dura ya meses y meses.
Es tan sencillo como el funcionamiento de un coche, que no anda si no hay gasolina. De la misma manera, una economía no avanza si no hay acceso al crédito ni a la financiación.