La iniciativa privada, clave para frenar la desaceleración
En un periodo de desaceleración como el actual, los empresarios tienen la responsabilidad y el compromiso de dinamizar la economía nacional, asegura el autor. Pero, en su opinión, esta tarea difícilmente puede llevarse a cabo sin la colaboración de la Administración
La sociedad española vive momentos de inquietud ante la situación económica que vivimos; una situación preocupante en muchos casos, especialmente grave en otros. La economía tiene sus ciclos, que combinan periodos de auge económico con otros de desaceleración. Ambos hay que gestionarlos como lo que son: parte de un proceso de avance social, de mejora, de creación de riqueza y de futuro. De la misma forma que los periodos de bonanza económica se caracterizan por el crecimiento, la creación de empleo y la mejora de las condiciones de vida, los de crisis -desafortunada palabra- han de suponer un mayor impulso de la iniciativa privada, un mayor apoyo de la productividad y un afianzamiento de los modelos sociales en busca de la sostenibilidad.
Buscar la adecuación al presente para preparar mejor el ciclo siguiente. Esa es actualmente nuestra tarea como empresarios y como parte de la sociedad civil de la que formamos parte.
Este siglo va a ser el de las personas y el conocimiento. La formación y la cualificación profesional serán determinantes en el futuro mercado de trabajo
La economía española ha finalizado un ciclo de crecimiento sostenido que en los últimos años ha transformado todo el país. El ciclo del esfuerzo hacia la modernidad, hacia un país económicamente solvente, se ha conseguido. Ahora nos encontramos en un ciclo del ajuste y de avance lento, en el cual dependemos de nuestra propia capacidad y dinamismo, de nuestra voluntad común para superarlo -sí a la mayor velocidad-, pero con la más clara responsabilidad del momento que corresponde gestionar muy eficientemente.
La situación económica actual española tiene mejores expectativas que la internacional, pero hay que poner en marcha las medidas necesarias para continuar activando el tejido empresarial que es el que, en definitiva, mueve el mercado, contribuyendo a crear empleo y a frenar la inflación.
El primer paso es analizar nuestra situación actual en base a los indicadores más básicos de nuestra economía: el excesivo endeudamiento, la falta de liquidez y un nuevo escenario inflacionista.
Nuestro endeudamiento exterior es de 1,54 billones de euros (150% del PIB) derivado, según los datos del año 2007, de la diferencia entre lo que ahorramos (20% del PIB) y lo que invertimos (30% del PIB). Esta diferencia supone un importante gap económico que ha de reducirse durante los próximos años y con el coste adicional de unos intereses que no han dejado de crecer, en un contexto internacional de restricción de crédito. La falta de liquidez en el sistema financiero internacional está paralizando la inversión productiva. Las familias y las empresas están excesivamente endeudadas; por lo tanto, no va a seguir creciendo el consumo interno, que hoy por hoy es la base más importante de la demanda.
Podríamos estar viviendo un periodo económico que los expertos denominan de estanflación: la peligrosa y atípica combinación entre crisis e inflación, facilitado por el alza imparable de las materias primas a nivel mundial.
Necesitamos un nuevo patrón de crecimiento, un nuevo motor que no esté sustentado sólo en el sector inmobiliario y en el consumo interno, sino en el aumento de la exportación y en el que la internacionalización de nuestras empresas sea un objetivo estratégico. Es también imprescindible un plan nacional que facilite la inserción laboral de nuestros jóvenes mejor formados y que proporcione mano de obra cualificada a las empresas.
Este siglo va a ser el de las personas y el conocimiento. La formación y la cualificación profesional, la empleabilidad, serán determinantes en el futuro mercado de trabajo. Un mercado que es necesario flexibilizar, facilitando a cada empresa el ajuste más adecuado, teniendo en cuenta el periodo económico en el que nos encontramos y propiciando el reciclaje de trabajadores excedentes en determinados sectores hacia otras actividades económicas.
En esta situación económica y social es determinante el papel de las Administraciones públicas que, como primera medida, deberían asumir su papel no sólo moderador sino potenciador y agente del impulso económico necesario. La Administración debe gestionar de forma eficiente los recursos claramente menguantes que están bajo su responsabilidad y asumir la decisión de liberalizar grandes áreas que actualmente están bajo su gobierno. Es imprescindible que se eliminen las trabas burocráticas existentes en torno a la creación de nuevas empresas, de la misma manera que se han suprimido ya en toda Europa y en los países más desarrollados.
Y, finalmente, es necesario que la iniciativa privada, la sociedad civil, asuma su permanente rol de motor económico y de equilibrio social. Los empresarios tenemos la responsabilidad y el compromiso de dinamizar la economía nacional. Aunque difícilmente podremos hacerlo si no se llevan a cabo las medidas adecuadas.
El trabajo con las Administraciones, la permanente colaboración, es fundamental. El nuevo Gobierno de España tiene un extraordinario cometido por delante.
José Rolando Álvarez Valbuena. Presidente de Grupo Norte y presidente de la Cámara de Comercio de Valladolid